lunes, 5 de diciembre de 2016

Poema con arrugas, por Nancy Bonsembiante (Argentina)

“No puedo imaginarte con arrugas”, me dijo al pasar, “¿cómo?” pregunté queriendo no haber comprendido. “Claro mamá en tu cara no quedarían bien las arrugas” y siguió caminando como si nada, como si aquella revelación no hubiera causado ninguna reacción en mí. Sin embargo, ya no hubo lugar para otro pensamiento en mi cabeza, mi hija no me deseaba vieja, no me iba a querer cuando el tiempo realmente hiciera estragos en
mis facciones. El carrito del supermercado rodaba por los pasillos, desinteresado de mis reflexiones sobre el futuro, sobre los cambios que indiscutiblemente revelaría en poco tiempo mi piel, cargaba en sí el peso de las verduras, la bolsa de papas, las botellas de agua, ese champú de marca que prometía sedosidad eterna para mi cabello, y todas las nimiedades del día a día. Mi hija continuaba a mi lado, distraída con los colores chispiantes de las luces de Halloween, me soltó una bomba y continuó abstraída, en ese su mundo más virtual que real, donde las fotos se arreglan al instante, donde todos somos hermosos, felices, y perfectos, y donde cada segundo cuenta porque aun nadie había subido al snapchat el video de ese espantoso esqueleto que al pasar se movía, gritaba e intentaba tocarte. Mi realidad en ese momento era intentar retrasar el tiempo, seguir brindándole a mi rostro la tonicidad de las pieles jóvenes. Corrí por los pasillos de Walmart junto a mi niña que no comprendía mi urgencia y llegué jadeando a la góndola de las cremas anti-edad. Había más de doscientas, todas con promesas incumplibles, todas de colores provocativos y fotos de mujeres que le habían ganado la batalla al tiempo. ¿Por dónde empezar? ¿A quién consultar? En estas enormes tiendas donde la ferocidad del capitalismo nos incita a gastar sin compasión, no existen ya las vendedoras que sugieren al cliente el mejor producto a la hora de comprar. No hay contacto humano más allá del que se entabla con la cajera que está programada para saludar cuando llegamos y cuando nos vamos. El anonimato es celebrado por todos, raro que no hayan inventado los carritos con cortinas, así ya ni nos vemos, ni nos inmiscuimos en lo que los otros están consumiendo, porque a decir verdad uno de mis entretenimientos en el supermercado es mirar lo que los otros compran y hacer la crítica necesaria para sentir que aún les gano en inteligencia a la hora de gastar. Busqué la crema que creí podría ayudarme, pero aun así sentía el peso de la verdad latiendo en mi mente. Algún día envejecería, algún día las arrugas revelarían que he vivido mucho y quizás no tan bien como hubiera deseado. ¿Y si eso pasara de todos modos, para qué perder tiempo y dinero en empresas imposibles? Lucía seguía con abstracción los nuevos comentarios a sus pots, las cremas no captaban su atención, estaba silenciosa y ensimismada. La pantalla de su celular había remplazado a su realidad de los domingos a la mañana. La miré con cierta condolencia y exagerada ternura, y recordé súbitamente el poema de Neruda que dice así: Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Así la veía yo a mi hija, Lucía no era solo un semblante para mí, unas facciones parecidas a su padre o a su abuela, ella era un silencio, una voz ausente, unos ojos curiosos, una boca insolente, unas mejillas para besar hasta el cansancio. Quizás lo mismo le pasara a ella, Lucía jamás vería mi verdadero rostro, sino la esencia de un rostro que la vió crecer y que atesoró junto a ella innumerables e inolvidables recuerdos. Deposité la crema nuevamente en el estante y por primera vez le vi el precio y me asusté. ¿Cuantas arrugas habrá tenido Matilde Urrutia y Neruda le dedicó cien sonetos de amor? El carrito había quedado solo, abandonado en un oscuro rincón, pero sin tanta poesía como el arpa de Bécquer, porque en su cuerpo no dormía música ni esperaba las manos de nieve que lo arrastrara, solo eso mundanos productos que nos permiten subsistir y cubrir esas inoportunas necesidades alimenticias. Me dirigí a la caja, inserté la tarjeta en el lector de chips y salí pensativa del supermercado, la vida podía ser más que arrugas e imagen, porque mientras hubiera poesía y ojos que la vieran, la belleza se mantendría inmune en nuestros corazones. Nancy Bonsembiante

lunes, 28 de noviembre de 2016

Encuentro entre líneas paralelas, por Elizabeth Calvo (Cuba)

Hacía tiempo que no nos cruzábamos, y bueno esta mañana me sorprendió. Ya lo había hecho otras veces… Que inesperadamente me regala una caricia de esas, de esas que sientes desde tu mundo interno, de esas que vienen desde otros años, de experiencias ricas de emociones, de esas mismas que te erizan sin un roce. Pues bien, Yo iba para el trabajo y en eso, en medio del tráfico, sin aviso previo,se apareció, se me cruzó en la vía, y yo eufórica, abro la ventanilla de mi carro, y le grito: ¡Hola! y él sigue ante mi sin decir nada, continuó su paso rítmico y acelerado. Y allí quedo yo, inefablemente sorprendida, excitada y feliz de verlo y esperando como siempre una señal de atención…. Pero nada…. Entonces, desde allí donde estaba casi echando raíces, me dedique a contar sus arañazos, sus canas, todo ese tiempo que lleva encima, la presencia de tanto manoseo en todo su cuerpo, los efectos de la erosión y el salitre de tantas despedidas, las huellas de otras personas, las consecuencias de tantas cargas. Y al cabo de unos minutos, cuando yo ni lo esperaba, me contestó, como siempre, con ese saludo que no es un “Hola” consecuente, que no es un ¿Cómo estás?, pero igual yo entendí ese sonido vibrante, palpitante y conmovedor que reconozco desde hace tanto tiempo y que decidí entender siempre, porque hay una magia entre nosotros. Y él continuó, sin mirar atrás. Allí quede yo, mirando, recordando y soñando despierta otra vez. Sé que todas las veces que nos hemos visto ha ocurrido casi lo mismo y aun así lo sigo queriendo. Entonces, cuando paso el último vagón, supe que, aunque siempre nos vemos de la misma manera hay un sentimiento eterno.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los funerales de Pepe Acosta, por Whigman Montoya Deler (Santiago de Cuba, Cuba).

Los gritos de la esposa de pepe se sienten en la otra esquina de la cuadra, a pesar que llevaba años enfermo y se sabía de su muerte en cualquier momento, sus gritos y llantos son como de una muerte inesperada, pero juanita, la vecina chismosa está destrozada; ella parece más la esposa que la propia Elena: - ¡Ay mi Pepe por qué te fuiste! -decía la chismosa.
La casa en menos de 5 minutos era un hormiguero de personas, unos llorando otros que fueron a ver por primera vez la casa del difunto para ver que tenían dentro incluso el que se quiere aprovechar del gentío la confusión y el llanto para ver que roba. -Tilo, tilo unas gritaban, un esfigmo, gritaban otras. En ese momento hasta la vecina peleada por años con Elena se paraba reticente en la puerta sin entrar y con cara de dolida. - Tu Juanito ve y avísale a la familia de pepe, oye Cristina mija tú me puedes hacer el favor de llamarme por teléfono a estos números, perdóname que te joda pero tú eres la única que tiene teléfono en el barrio. Y es que Cristina no prestaba su teléfono a nadie, pero por ser un caso de muerte… Así ordenaba una que ya para el momento se había “adueñado” de la casa y mandaba a diestra y siniestra. - a ver… hay que afeitarlo y bañarlo y todo eso, seguía diciendo la mandona mientras embutían de tila a la esposa aturdida. Y tú, mija tú le puedes hacer un caldito de pollo, mira yo tenía un muslito de pollo guardado porque yo ya me olía que esto iba a pasar. ¡Y café! ¿Quién va a colar el café? , ¡ah no no no, sin café yo no paso esta!, ah … déjame a mí, ya yo sé quién va a traer el café. Al pobre Pepe lo bañaron mujeres que nunca lo vieron siquiera sin camisa, lo afeitaron, no antes sin hacer una colecta para comprar de urgencia una maquinita de afeitar en el puesto de la esquina, porque el pobre Pepe ni eso tenía. - Oye y los hijos de este ni una maquinita de afeitar le traían a su padre, de madre que tengamos que hacer una ponina. - Cállate mujer, muérdete la lengua antes de hablar de esos muchachos. - Mmmm - contestó la otra. A la hora, ya los hijos y la familia que venían dispuesta a preparar al difunto, estaban todos en la casa. Esperaron tres horas más mientras llegaba el carro fúnebre que los llevaría a la funeraria. - Por qué la demora? Preguntó uno que estaba dentro de la casa y no se sabía quién era porque nadie nunca lo había visto en el barrio. - Dicen que hay un solo carro fúnebre en toda la ciudad y hay que esperar. Por fin el carro fúnebre, los carros de algunas amistades, todos por sus respectivos medios hacia la funeraria. La sala B donde velaban el cadáver de Pepe quedaba en el 3er piso. - ¡Coño no pudieron velarlo más alto!, yo con estos años y estas varices no puedo estar subiendo estas escaleras - susurro la ex jefa del lugar donde trabajaba el difunto. Porque si algo sabemos bien es que en las funerarias hay que susurrar porque es el momento de guardar “respeto” al muerto y a la familia pero no sólo por eso sino porque es el momento también del chisme, del despelleje, de la crítica y claro de la botella de ron escondida que los curdas añoraban disfrutar el día de la muerte de Pepe. Algunos de los familiares o amigos de los fallecidos de los cubículos C,D,F,G y hasta la Z desfilaban disfrazados de compungidos conocidos de otros difuntos solo por el puro placer o la curiosidad de saber quien murió y está en otro cubículo - ¡Coño que feo era ese tipo! - comentó uno de ellos al salir de la sala B. Ese también era el momento donde la familia menos cercana se veía: los primos segundo, terceros y hasta los cuartos, los hijos de los primos y un sinfín de parientes. - ¡Ay chica pero mira como han crecido las hijas de Amílcar! - ¡Ay sí, pero tan feas y malas como su madre, mira eso, están más lisas que una tabla después de lijar. Cerca de las ventanas del cubículo B un grupo de mujeres ¡bueno! y hombres también, se cuentan el último capítulo trasmitido de la novela brasileña y dan sus presagios de los capítulos finales; los borrachines con disimulo hacen cuentos de pepito, de relajo y cuantos vengan a la mente, eso sí la risa con discreción que estamos en una funeraria. En la madrugada, la hora critica, la mayoría desaparece, solo los parientes más allegados: demacrados y desfallecidos dormitan entre uno que otro sollozo en los balances rígidos de la funeraria. El entierro está previsto para las 10 de la mañana, por lo que casi todos regresan para de ahí ir al cementerio, el que no tuvo su buchito de café en la mañana aprovecha el que reparten por los cubículos. ¡Que sé de muy buena tinta de personas que viven cerca de la funeraria y todas las mañanas entran al cubículo que han detectado se reparte café para así ahorrar el de casa! La hora más crítica: vienen a cerrar el féretro para llevarlo al cementerio. Todo se exacerba: los gritos, los abrazos, el llanto, el que no llora pone cara como que está llorando pero hay que hacerle honor al clímax. Ya en el cementerio alguien tiene que decir unas palabras ya sean verdad o mentira. Le ronca el mango que si el tipo era un cabrón tengamos que escuchar que era un buen hijo y un buen esposo y un buen padre y un buen vecino pero bueno, son gajes del oficio de despedidor de duelo. De regreso a casa el silencio es sepulcral: que si hay que estar tantos días sin poner el televisor, que no sé cuantos meses sin poner música, que si vestirse de negro o gris en un país donde no hay telas y menos negra, que si la misa espiritual. En fin que un velorio en Cuba para los familiares y amigos menos allegados es algo así como inconscientemente gozarse en medio de la desgracia pero con cierto recato. Palabras propias de Cuba: Ponina: colecta Despellejar (a alguien): hablar mal, criticarlo. Curdas: borrachos Buchito: poquito

martes, 8 de noviembre de 2016

Tan bueno que era, por Mayra Sorondo (Puerto Rico).

Me hice las tetas porque mi novio con el que llevo veinte años- me dijo que me las levantara. Mi novio con el que llevo veinte años, dice, que no se quiere casar conmigo porque prefiere una relación sin compromisos. Cada vez que termino la relación, él me llora tanto -que le cojo pena y regreso con él. Siempre estoy arregladita porque a él le encanta. Cuando no me -arreglo, ¡chacha! me entra tremendo sentimiento de culpa.

lunes, 17 de octubre de 2016

Lord Snobbs Von Auschwitz o el flaco Alsina, por Whigman Montoya Deler, Santiago de Cuba, Cuba.

Lord  Snobbs  Von Auschwitz  o el flaco Alsina.

La ciudad costera de Manzanillo en el oriente cubano fue en sus tiempos de gloria un paraíso pero lo que menos pensé fue que al visitarla  por primera vez en  2003, estaría destruida como la mayoría de las ciudades de Cuba  y sobre todo que dentro de tantas ruinas viviera un personaje tan enigmático como el amigo Juan Alsina autonombrado  Lord  Snobbs  Von Auschwitz  porque si algo tiene este caro amigo es un alto nivel de sublimidad.


jueves, 13 de octubre de 2016

Migrantes - Poema polifónico, por William Guaregua (Venezuela).



Sobre las espesas aguas del Mediterráneo,
Bajo los puñales de luz del desierto de Arizona,
Vamos los migrantes a lentos pasos, a brazadas extenuantes.

martes, 6 de septiembre de 2016

El pedófilo, por Lourdes González (Cuba).

Armando fue pedófilo de nacimiento, pero no en el sentido que se le dá comúnmente a la palabrita. Él era pedófilo por su amor a los pedos. Desde chiquito le gustaba hacer sonar sus esfínteres de manera escandalosa poniendo a todo el mundo a su alrededor en alerta. Lo suyo era un sonido casi rítmico, folclórico podríamos decir por la 

lunes, 15 de agosto de 2016

Sobre los Cronopios y no tanto de las Famas, por Nancy Bonsembiante (Argentina).

Este escrito no pretende ser un ensayo sobre el libro “Historia de Cronopios y Famas” del escritor argentino Julio Cortázar, ni tampoco una apoteosis del grupo por sus 4 años de aniversario, es tan solo una reflexión que incluye pasajes del famoso libro y que pretende comprender si se quiere el porqué y el origen de nuestro nombre. Es interesante que los 

Cronopios como personajes, recién de desarrollen en la última parte del texto y de una manera tan escandalosamente escueta que lleva varias historias comprender a estos seres tan inimaginables y a la vez tan llenos de vida. Una de las primeras descripciones que da el autor sobre estos personajes dice:
“los cronopios (esos verdes, erizados, húmedos objetos)”

Cuando leí este pasaje quedé perpleja y supuse que todos los que pertenecemos a este grupo quedaríamos consternados frente a esta descripción, sin embargo después comprendí que ser un “Cronopio” no tiene nada que ver con la belleza en sí, sino con esa imaginación que no puede dejar fuera lo horripilante, porque sino sería imposible hacer literatura. Cada primer sábado del mes nos exponemos a lecturas en las que algunas veces se nos eriza la piel, se humedecen nuestros ojos, y nos transportamos a realidades de los más diversos colores. Ser un Cronopio es salirse de la comodidad de lo conocido para explorar lo contradictorio también.

En otra de las historias de este libro Cortázar define de esta manera a los seres que nos incumben: “el corazón bondadoso del cronopio”. Esta frase me llegó profundamente al corazón porque desde el primer día que llegué me sentí bienvenida, parte del clan, unida a tantas mentes brillantes y lúcidas, siendo Marta ese primer y sublime Cronopio que nos dio vida, así como Cortazar en su libro, pero me atrevería a decir que nos brindó aun más intensidad e infinitud.

Al continuar leyendo comprendí que el autor quiso darles a los cronopios un halo de melancolía y fracaso: “A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj. Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas.” Los Cronopios nos hemos expandido en número, llegamos a las redes sociales y conseguimos miles de seguidores, pero seguimos siendo anónimos en un mundo donde la fama se valora muchísimo más que el talento, sin embargo en la incógnita de nuestra existencia atemporal hemos logrado ser felices.

Hoy el grupo celebra sus 4 años, tiempo insólito teniendo en cuenta que en el país más capitalista del mundo, no se cobra ni un centavo por pertener a esta asociación. Es que los Cronopios, como los define su creador, no nos desanimamos por nimiedades, sabemos que el fracaso es parte de la vida, que a todos les ocurre, por eso lo seguimos intentando en este maravilloso viaje que es la escritura creativa y el placer de adentrarnos en lo estéticamente elevado. A propósito de esto señala Cortázar: “Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad.» Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios”.

A los escritores nos fascina jugar con los recuerdos, revivirlos, recrearlos, hacer de ellos una masa informe, irreconocible, que nos permita eternizarlos a nuestro modo, después de todo en el desorden de las memorias yace el talento de nuestra escritura: “Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos”.

Creo que Cortázar nos intuía de alguna manera, me gusta pensarlo así aunque suene ostentoso, sino ¿cómo se explica que nos describa como desordenados y ruidosos? “Las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios.” Por eso gracias Roberto por habernos encontrado este espacio, en donde el bullicio no alcanza a los vecinos y se extiende hasta altas horas de la noche.

Y no podía olvidar la música siempre presente en nuestras reuniones, ¿qué artista no busca juntarse con otros artistas independientemente de la disciplina a la que nos dediquemos?: “Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.” Doy fe que algunas de estas cosas me han sucedido al dejar llevarme por el melodioso ritmo de Elefante Blanco, esos Cronopios musicales que nos hipnotizan con su cadencia Latina.


Y llegando al final no podía dejar fuera el humor y el sarcasmo que tanto identifica a nuestro grupo por eso incluyo este pasaje de Cortázar, el cual estoy segura hará reír a muchos y recordar anécdotas pasadas: “Un cronopio se hizo una casa y siguiendo la costumbre puso en el porche diversas baldosas que compró o hizo fabricar. Las baldosas estaban colocadas de manera que se las pudiera leer en orden. La primera decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica, pero el corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Rajá, perro.

miércoles, 10 de agosto de 2016

La verdadera historia de este Cronopio, por Mayra Sorondo (Puerto Rico)

Había una vez una niña de 13 años, nacida en Medellín, Colombia que se emocionaba cada vez que su maestra de literatura, Ruth Cecilia Arias, iniciaba su clase con una lectura de Cronopios, Famas y



lunes, 4 de abril de 2016

Navidad, por Lourdes González (Cuba)


Alejandra se levantó del sofá. No tenía ganas ni de moverse, la pesadez del cuerpo era gruesa…incomoda y profunda. Pensó que algo andaba mal con la química de su cuerpo porque últimamente le daban como ataques de pánico que la dejaban extenuada. Se arrastró hasta la cocina y comenzó a prepararse un café. Mejor eso que un vino. El alcohol momentáneamente la aligeraba pero luego la

lunes, 14 de marzo de 2016

Zapatos, por Daniela Cortez de Nicaragua

Zapatos

Los zapatos. Si, fueron sus zapatos. Me enamoré de ellos antes de cualquier otra cosa. Ese estilo me envolvió, así como casuales, pero con un toque de elegancia. De ellos no podía distinguir exactamente el material en que estaban hechos: sería gamuza, sintética, o ese cuero tan fino que

jueves, 4 de febrero de 2016

Te doy la espalda, por Fernanda Luque de Argentina

           Ya nada me afecta, tu hombre infiel capaz de pelarme la piel con tu lengua, 

capaz de hacerme hablar en un dialecto que ni yo reconozco. Por un instante soy dueña de ti, soy remanso que cubrió tu hombría, bestia que expeles a sudor, sudor

martes, 12 de enero de 2016