domingo, 25 de noviembre de 2018

Cali mi Ciudad - Por Doris Nino (Colombia)



Cali es la tercera ciudad más grande de Colombia.

Localizada al suroccidente del país, entre las cordilleras central, occidental, y el océano pacifico. En un valle rodeado por montañas, capital del departamento del Valle del Cauca. Conocida también con los nombres de la sultana del valle, la capital de la salsa y coloquialmente, como la sucursal del cielo.

Antes de llegar los españoles, era habitada por las tribus: Morrones, Quimbaya, Jamundí e Incas. Luego de la conquista, y siguiendo lo que ellos creían sería la ruta del Dorado, se internaron a este territorio y fundarían lo que es hoy: el segundo puerto del país.

El puerto de buenaventura, punto clave para que ellos desembarcaran sus cargamentos inhumanos de esclavos africanos y llevarse las arcas de las riquezas expropiadas, como también para sembrar las plantaciones de comida y caña de azúcar.

Después de la segunda guerra mundial llegaron los judíos e italianos huyendo del demonio de Hitler, se mezclaron con los lugareños y adoptaron nombres cristianos para disimular su identidad.
Entre los mas notables. George Henry Isaac, padre del escritor caleño Jorge Isaac, autor de la famosa novela, María en 1867.

James Martin Eder y Pio Rengifo. Que, al ver la riqueza de sus suelos y potencial de la caña de azúcar, comprarían la hacienda la Manuelita en una subasta pública, que daría el inicio del imperio Manuelita.

La Manuelita, es una gran empresa azucarera y otros. Ubicada en Palmira un pueblo a 19 millas de Cali, que cuenta con un bello histórico parque museo, con sus trapiches antiguos originales, donde se aprecia, como a los esclavos los motivaban con trapiches, simulando la pelvis femenina, para que pasaran, horas infernales moliendo caña, en estos trapiches movidos a mano. Hoy día es la refinería más grande de sur América, con sedes en Perú, Brasil, Chile y exporta a 65 países.

En una noche de 1965, la sucursal del cielo, se tornó en el infierno por un trágico acontecimiento que quedaría en su historia, ocho calles a su redonda, continuos a la estación del ferrocarril, desaparecerían, bajo la potente detonación de 42 toneladas de dinamita. Llenando de muerte y desconcierto a sus dormidos habitantes, donde se despertaron sobre pilas de cadáveres, ambiente envenenado y un olor a carne quemada, humo y hollín. Como también el recuerdo de Nagasaki, más de 1.000 muertos y 4.000 heridos.

Cali es una bonita ciudad, caliente, con gente alegre, vestida de arco iris y bulliciosa. Con grandes palmeras y tres ríos que la atraviesan. El principal, el rio Cali que cruza el centro de la ciudad. También se encuentra una gran variedad de aves del país, más de 500 especies que revoletean sus cielos, debido a su privilegiada posición geográfica.

¡Mira ve,  Ven a Cali!. A comer chontaduro maduro, a refrescarte con una lulada, un rico cholado o un champuz en la novena. Y si a las 3 te da hambre, Párate ve, pica alguito. Ve a azotar baldosa en la sexta, y no se me atembe por la quinta. ¡Ojo y vista que puede haber chumbimba y si pasa algo! ¡Abeja! Abrase. echa gafa por la ermita, y si vas a la feria con el zumbambico, pilas. ¡Suerte parce!


¡Cali es Cali, lo demás es loma!

miércoles, 14 de noviembre de 2018

¡Oh! Bogotá de mis amores - José Luis Quintero (Colombia)



La mnemotecnia es una cosa maravillosa. Por ejemplo, este clima me acuerda a mi ciudad de origen: la terrible, alta y lluviosa Bogotá. ¡Oh! queridísima ciudad de zorreros y de buses ejecutivos llenos de gentecita apretujada, de vendedores ambulantes de todo tipo, de saltimbanquis en los semáforos, de raponeros de carteras y aretes. ¡Oh! mi queridísima Bogotá cuanto extraño tus montañas, tu caos vehicular, tus noches gélidas y tus parques con tus policías en cuatrimoto persiguiendo muchachos que sólo quiere fumarse un porrito en paz. Tus habitantes de calle con carritos de balineras y con sus pipas hechizas para fumar un sustico. La mnemotecnia me lleva a recordar todas esas tardes y noches que pasé en el humedal córdoba con todos mis compinches fumando y tomando vino en caja de cartón y con pitillo y en nuestra locura nos reconectábamos con los muiscas que alguna vez habitaron esas praderas. También están presente en mi mente las putas de la décima y los travestis de la 22 al lado de la surtidora de aves y el periquito que se compra en la 66 con Caracas y de la viejita de la 85 arribita de la 15 que debajo de su falda indígena tiene y da el paquetico de 10 mil pesitos. Ciudad aterradora y voraz en donde si no te avispas te come vivo. Y esas, ahora lejanas, noches donde caminaba por toda la carrera séptima, pasando por chapinero y en el parque de los hipies se hace una parada técnica para reabastecerse de baretica y moscato y se sigue el camino para el norte sin pasaporte. ¡Oh! Bogotá de mis amores, de mis desgracias, de noches lujuriosas en donde, entre el guaro, el perico y el Mustang azul, se me fue la juventud y las neuronas. ¡Oh! ciudad consumidora, corrupta, olorosa, me quiero sumergir en tu putrefacto y cristalino rio y así fusionarme con tu porquería y poder decir que soy rolo, cachaco y orgullosamente Bogotano.