domingo, 23 de julio de 2017

AAAJJJUUUAAAA - Alfredo Hernández (México)



AAAJJJUUUAAAA

El llanto de un mariachi,
un son a media "nochi",
trompeta y vihuela.
Noche en lentejuela,
aaajuuua mi ser en pena.

Sobre la mar mi balsa,
las nubes en danza,
guitarrón y violín.
Aullido sin fin,
aaajuuua sin ti mi condena.

Serenata silente,
coplas al vacío,
falsete en sol,
con un trago de ron,
aaajuuua a solas mi cena.

Balcón obscuro,
sin rostro ni voz.
Guitarra que llora,
el dolor no se borra,
aaajuuua en pena por ti voy.

Grito que aúlla,
tesitura más que aguda.
La voz quebrantada,
una sombra tirada,
aaajuuua...llora mi voz.

AAAJJJUUUAAA

viernes, 7 de julio de 2017

Y entonces… Elizabeth Calvo (Cuba)



Yo ví sus ojos,
Y sentí como me fulminó sin recato,
no pude seguir caminando, respirando o pensando
fue como en marea alta ver estrellas novas
O como en pleno invierno empinar cometas,
  Y entonces…
Allí estática y en confusión visible pasó,
lo que venía soñando por años
a pesar de tanta brutalidad salpicada,
y de uno que otro mal augurio bombardeado
creo que hablamos,
¿Imitamos una sonrisa? ¿O fue solo que me extendió su mano?
de seguro sé nos olfateamos, y de aliento mutuo nos rociamos
  Y entonces…
repentinamente, sin preludios
revivimos aquellos besos adultos, sin pudor y sin reclamos.
nos contamos las canas nuevas
y las nuevas arrugas que con orgullo cargamos
Yo mencioné a esos amigos que en el camino se perdieron,
a los que regalaron sus letras por medias tintas
y a los que por mínimas alabanzas se transfiguraron
solo tristeza por respuesta, silenciados gritos atragantados
  Y entonces…
Volvimos a encontrarnos en abrazo áspero y deseado
una estrujada corporal de esas que rompen el hielo enterrado,
que desvanece el perverso desasosiego
y el miedo al mundo y sus prejuicios amordazados
  Y entonces…
De esos gestos rudos y humanos que se dan sin predicamento o sin recetario,
se emborrachó todo ser en aquel paraje
y aquellas manos todas, juntas o por si solas, tanteando
encontraron las mismas ganas, traspasaron portales, laberintos
cultivaron con delicados gestos lo que hoy padezco
Y sin plan ninguno allí estaba Yo, sembrando vida,
en aquella juntura coaccionada de carne con alma
haciendo música y poesía con la piel a la luz del día
entregando la esencia sin piedad, solo con esperanza
y cuando ya no relincho más, y estaba amaneciendo,
la otra bestia resoplaba relajada en su regazo
  Y entonces…
Desperté, y esta vez, no estaba llorando.

sábado, 1 de julio de 2017

La fragilidad de la realidad en El Vampiro del Río Grande de Roberto De La Torre. William Guaregua (Venezuela)



El primer vampiro de mi memoria literaria y cinematográfica, el Conde Drácula, era de Transilvania, Rumania; de las sombrías y tétricas noches de los países del este de Europa. Pero el vampiro de Roberto De La Torre es de Irlanda, tierra de gnomos y de fantasmas más provenientes de vapores etílicos, reside en Nueva York y se llega hasta el Río Grande a buscar la cura al embrujo santero-caribeño que lo convirtió en la miserable bestia nocturna, pero a la vez le otorgó el poder mágico de hacerse invisible cuando tocaba en su guitarra eléctrica, ante el público, temas de Carlos Santana.

Así comienza este libro de relatos mágicos, fantásticos y alguno que otro que coquetea con el horror, titulado El Vampiro del Río Grande. Con un lenguaje directo, casi como de las voces de los ancianos de pueblos, delos cuales escuchamos historias de fantasmas y aparecidos, Roberto De La Torre nos sumerge en un universo que ya de por si, a la simple vista del desértico paisaje, de los pueblos congelados en la historia y de los diarios y violentos aconteceres, reta a la misma realidad.

En una tierra donde los vampiros reales, como los capos del narcotráfico y sus manadas de lobos sedientos de dinero y sangre, coyotes para quienes la vida de los emigrantes vale tanto como el precio que puedan pagar por el peligroso viaje, impredecibles contrabandistas, cazadores de caminantes de los desiertos, la muerte, la huesuda figura vestida de harapos, es el diario personaje que a sus lados camina y va dejando historias, fábulas y leyendas que alimentan esta literatura escrita a ambos lados de una frontera cada vez más visible y amurallada, diluyendo la transparencia de la que nos hablaba Carlos Fuentes en sus escritos.      

Centenarios curanderos, ambivalentes brujos, aparecidos que cruzan las líneas entre el sueño y la vigilia para resolver o afectar la vida de los protagonistas, son los elementos comunes de estos relatos que nos atrapan en el misterio y nos convidan a llegar al desenlace.

El Vampiro del Río Grande es un libro donde la realidad es esa delgada capa que cubre los pueblos y ciudades al borde del río fronterizo y que a diario se rompe para dar cabida a una nueva historia.


El Vampiro del Río Grande. Roberto de la Torre. Lago Ediciones, 2008.