martes, 6 de septiembre de 2016

El pedófilo, por Lourdes González (Cuba).

Armando fue pedófilo de nacimiento, pero no en el sentido que se le dá comúnmente a la palabrita. Él era pedófilo por su amor a los pedos. Desde chiquito le gustaba hacer sonar sus esfínteres de manera escandalosa poniendo a todo el mundo a su alrededor en alerta. Lo suyo era un sonido casi rítmico, folclórico podríamos decir por la 


la cadencia que generaban sus gases. Demás está decir que con semejante hobby el resto de la sociedad lo mantenía bastante aislado. Y no es que fuera una persona desagradable sino todo lo contrario, pero con tal acompañamiento sonoro la gente se alejaba de el en cuanto empezaba la percusión.

Esto no parecía afectar a Armando en absoluto. Es más, él se sentía orgulloso de su musicalidad y lo consideraba una hazaña corporal, casi un arte. Fue creciendo y su arte también creció con él. Se hizo bombero no sabemos si por aquello de apagar los fuegos internos al igual que los externos. Y era muy común verlo con la manguera en la mano silbando, corriendo aquí y allá para ayudar a las personas. También era curioso que mientras hacia su trabajo la trompeta callaba. Eso sí, al final lanzaba su tonada como un gran homenaje a Yemaya, la Diosa Africana de las aguas. Porque hay que reconocer que Armando era totalmente caribeño en su expresión y su ritmo visceral.
Pero un día, mientras luchaba por apagar un fuerte incendio se le escapo un gas enorme. Enorme, ruidoso y explosivo. Ahí, ahí mismito fue como una reacción en cadena. Y vimos a Armando encenderse todo como una antorcha y salir despedido hacia el espacio convertido en una bola de fuego.

Nunca más hemos vuelto a verlo. Hay quien dice que circula por el éter convertido en cometa. Hay quien asegura que se volvió un ángel. Otros opinan que se deshizo en polvo de estrellas y cuando suenan unos truenos muy Fuertes son como los twists que Armando nos envía. No faltan aquellos que creen que regreso y está escondido. Sobran versiones pero lo cierto es que nos dejó el eco de su repique y el recuerdo imborrable de su hazaña.








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