Un niño rogaba a las nubes para que lloviese.
-No voy a ir a ninguna parte con él - Le dijo a su mamá.
-¿Quién dijo que tú te gobiernas? -
-Si yo fuera el que gobernara…fst -
-Tomás deja de hablar bajito y no frías huevos -
Pero por mucho que Tomás cantó y bailó para que lloviese, el cielo
siguió brillando. Así que Tomás tuvo que ir a casa de su papá que vivía en otro
municipio, que ni sabía dónde quedaba, y tendría que abandonar la idea de pasar
unas divertidas vacaciones con sus amigos. En fin, Tomás fue montado en una
guagua, después en un tren y luego en un coche tirado por un caballo, que
hubiera jurado ser hermano gemelo del mismísimo Rocinante, y todo eso para
llegar al lugar donde vivía su papá. El camino era interminable, lleno de
baches y piedras. Entonces Tomás vio bajo una ceiba un cartelón con letras
grandes y chiquitas que decía:
BiEnvEnidOS a pUEblO NiÑo
Nota: ¡no olviden el paraguas y el traje de baño!
-¡Qué pueblo más extraño este! - Le comentó al cochero.
-¿Qué si vamos al oeste? -
-¡No.! ¡Qué, que pueblo más extraño este! -
-Sí, sí, aquí cerca vive Orestes -
El cochero era muy viejo, así que el niño desistió de seguir
preguntando y permaneció callado el resto del trayecto. Un poco malhumorado
bajó de coche. Su padre lo esperaba. Tomás ni lo saludó y caminó tras él con la
vista clavada en el piso.
-Tenía muchas ganas de verte -
-Yo no, dijo el niño sin alzar los ojos -
-Debes tener cuidado con lo que dices - Y el papá se volvió invisible.
Tomás levantó la cabeza y exclamó:
-¡Rayos! ¿Qué te sucede? -
-Te dije que tuvieras cuidado con lo que dices. Ahora comenzará a
llover y caerán rayos. No puedes verme porque lo dijiste -
-Sal de donde estés papá -
-Estoy, pero no quieres verme, ¿Recuerdas? -
-fst -
Entonces la boca del niño se infló y empezó a escupir trozos de huevo.
-¿Qué es esto? Preguntó Tomás -
-Acabas de freír un huevo, ahí lo tienes -
-Está bien, quiero verte -
Entonces el papá se hizo visible ante el niño.
-¿Puedes explicarme eso de traer paraguas y traje de baño? -
-Claro hijo, como en Pueblo Niño todo es así, de vez en cuando a
alguien se le escapa un rayo y ahí mismo empieza a llover. Te advierto algo,
que nunca se te escape un rediez, ni ninguna otra palabrota, no vaya ser que te
pase como a Reventelo que por poco se revienta con la cantidad de diez y otras
cosas que le salieron por la boca. Estuvo un mes del ancho de un escaparate.
Pero ahora tengo que ir a trabajar, nos vemos luego -
-Pero papá, ¿cómo me vas a dejar solo aquí? ¿Y si me secuestran, me
asaltan o tengo un accidente? -
-No seas tan dramático, tú no eres un genio para que te secuestren, no
eres rico y además aquí no hay ladrones para que te asalten. Y en cuanto a que
tengas un accidente, lo dudo porque aquí nunca ha ocurrido uno -
-Pero papá, ¿qué voy hacer aquí? Y frunció el seño para decir una
palabrota -
Pero el papá lo interrumpió:
-¡Cuidado! Inventa, sé que algo se te ocurrirá - Y se fue.
-Vamos a ver qué hace la gente de este pueblo -
Caminó por las calles y no vio a nadie, hasta que oyó una algarabía y
la siguió. A orillas del mar estaba reunida la gente en una plazoleta. Todos
vestían trajes de baño, pero ninguno se bañaba en la playa. En medio de la
plazoleta se alzaba una manguera gigante que echaba burbujas de colores. Tomás
estaba confundido, no había visto ni una gota de agua cuando se dirigía al
pueblo.
-Y si tenían el mar, ¿por qué no se bañaban en él? -
Entonces vio unos niños que saltaban en la multitud tratando de
alcanzar las burbujas.
-Niña, ven acá. ¿Cómo te llamas? -
-Sheila -
-¿Y por qué no se bañan en la playa en vez de mojarse con burbujas de
pintura? ¿No es algo estúpido? -
-No lo es, porque ese mar es falso -
-¿Falso? - Repitió Tomás.
-Falso, o no entendiste. Que es de mentiritas, acércate -
Tomás se acercaba pero…
-Mientras más me acerco más se aleja -
-¡Te lo dije! -
-¿Y de dónde salen las burbujas? -
-Las fabrica un hombre que llegó al pueblo un día y nunca más se fue -
-¿Quién?, preguntó Tomás -
-Es aquel que sujeta la manguera -
Entonces Tomás quedó sorprendido, era su papá. Y a pesar de todo lo que
le reprochaba no haber estado a su lado, se sintió satisfecho de que aquel
hombre fuera su padre y trajera unas gotas de felicidad a aquel pueblo, o mejor
dicho, unas burbujas de felicidad. Sonrió y saludó a su papá, quien le tiró una
burbuja que lo dejó empapado de múltiples colores.
El resto de las vacaciones se las pasó haciendo nuevos amigos y
teniendo increíbles aventuras. De vez en cuando gritaba:
-¡Helaaadooo! -
Y comenzaban a caer sobre los niños y todo el pueblo deliciosos copos
de helado. Tomás y sus amigos abrían la boca y estiraban sus lenguas para
saborearlos. Un día Tomás preguntó:
- ¿Y por qué lo adultos no hacen lo mismo que nosotros? -
-Ellos no pueden. En Puebloniño, solo los niños gobernamos -
Al final de las vacaciones su padre le dijo:
-Recuerda Tomás, una vez que estés fuera de Pueblo Niño podrás decir
lo que quieras, pero nada funcionará como aquí. Tú eliges las palabras que vas
a decir. Solo una palabra siempre funcionará y es papá. Cada vez que me llames
yo estaré ahí para ti -
Tomás abrazó a su papá y montó en el coche prometiendo
volver las vacaciones siguientes. Cuando el carricoche se alejaba en la
distancia, algo lo hizo mirar atrás y pudo leer en un cartelón de letras
grandes y chiquitas:
Vuelve pronto Tomás.