lunes, 28 de noviembre de 2016

Encuentro entre líneas paralelas, por Elizabeth Calvo (Cuba)

Hacía tiempo que no nos cruzábamos, y bueno esta mañana me sorprendió. Ya lo había hecho otras veces… Que inesperadamente me regala una caricia de esas, de esas que sientes desde tu mundo interno, de esas que vienen desde otros años, de experiencias ricas de emociones, de esas mismas que te erizan sin un roce. Pues bien, Yo iba para el trabajo y en eso, en medio del tráfico, sin aviso previo,se apareció, se me cruzó en la vía, y yo eufórica, abro la ventanilla de mi carro, y le grito: ¡Hola! y él sigue ante mi sin decir nada, continuó su paso rítmico y acelerado. Y allí quedo yo, inefablemente sorprendida, excitada y feliz de verlo y esperando como siempre una señal de atención…. Pero nada…. Entonces, desde allí donde estaba casi echando raíces, me dedique a contar sus arañazos, sus canas, todo ese tiempo que lleva encima, la presencia de tanto manoseo en todo su cuerpo, los efectos de la erosión y el salitre de tantas despedidas, las huellas de otras personas, las consecuencias de tantas cargas. Y al cabo de unos minutos, cuando yo ni lo esperaba, me contestó, como siempre, con ese saludo que no es un “Hola” consecuente, que no es un ¿Cómo estás?, pero igual yo entendí ese sonido vibrante, palpitante y conmovedor que reconozco desde hace tanto tiempo y que decidí entender siempre, porque hay una magia entre nosotros. Y él continuó, sin mirar atrás. Allí quede yo, mirando, recordando y soñando despierta otra vez. Sé que todas las veces que nos hemos visto ha ocurrido casi lo mismo y aun así lo sigo queriendo. Entonces, cuando paso el último vagón, supe que, aunque siempre nos vemos de la misma manera hay un sentimiento eterno.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los funerales de Pepe Acosta, por Whigman Montoya Deler (Santiago de Cuba, Cuba).

Los gritos de la esposa de pepe se sienten en la otra esquina de la cuadra, a pesar que llevaba años enfermo y se sabía de su muerte en cualquier momento, sus gritos y llantos son como de una muerte inesperada, pero juanita, la vecina chismosa está destrozada; ella parece más la esposa que la propia Elena: - ¡Ay mi Pepe por qué te fuiste! -decía la chismosa.
La casa en menos de 5 minutos era un hormiguero de personas, unos llorando otros que fueron a ver por primera vez la casa del difunto para ver que tenían dentro incluso el que se quiere aprovechar del gentío la confusión y el llanto para ver que roba. -Tilo, tilo unas gritaban, un esfigmo, gritaban otras. En ese momento hasta la vecina peleada por años con Elena se paraba reticente en la puerta sin entrar y con cara de dolida. - Tu Juanito ve y avísale a la familia de pepe, oye Cristina mija tú me puedes hacer el favor de llamarme por teléfono a estos números, perdóname que te joda pero tú eres la única que tiene teléfono en el barrio. Y es que Cristina no prestaba su teléfono a nadie, pero por ser un caso de muerte… Así ordenaba una que ya para el momento se había “adueñado” de la casa y mandaba a diestra y siniestra. - a ver… hay que afeitarlo y bañarlo y todo eso, seguía diciendo la mandona mientras embutían de tila a la esposa aturdida. Y tú, mija tú le puedes hacer un caldito de pollo, mira yo tenía un muslito de pollo guardado porque yo ya me olía que esto iba a pasar. ¡Y café! ¿Quién va a colar el café? , ¡ah no no no, sin café yo no paso esta!, ah … déjame a mí, ya yo sé quién va a traer el café. Al pobre Pepe lo bañaron mujeres que nunca lo vieron siquiera sin camisa, lo afeitaron, no antes sin hacer una colecta para comprar de urgencia una maquinita de afeitar en el puesto de la esquina, porque el pobre Pepe ni eso tenía. - Oye y los hijos de este ni una maquinita de afeitar le traían a su padre, de madre que tengamos que hacer una ponina. - Cállate mujer, muérdete la lengua antes de hablar de esos muchachos. - Mmmm - contestó la otra. A la hora, ya los hijos y la familia que venían dispuesta a preparar al difunto, estaban todos en la casa. Esperaron tres horas más mientras llegaba el carro fúnebre que los llevaría a la funeraria. - Por qué la demora? Preguntó uno que estaba dentro de la casa y no se sabía quién era porque nadie nunca lo había visto en el barrio. - Dicen que hay un solo carro fúnebre en toda la ciudad y hay que esperar. Por fin el carro fúnebre, los carros de algunas amistades, todos por sus respectivos medios hacia la funeraria. La sala B donde velaban el cadáver de Pepe quedaba en el 3er piso. - ¡Coño no pudieron velarlo más alto!, yo con estos años y estas varices no puedo estar subiendo estas escaleras - susurro la ex jefa del lugar donde trabajaba el difunto. Porque si algo sabemos bien es que en las funerarias hay que susurrar porque es el momento de guardar “respeto” al muerto y a la familia pero no sólo por eso sino porque es el momento también del chisme, del despelleje, de la crítica y claro de la botella de ron escondida que los curdas añoraban disfrutar el día de la muerte de Pepe. Algunos de los familiares o amigos de los fallecidos de los cubículos C,D,F,G y hasta la Z desfilaban disfrazados de compungidos conocidos de otros difuntos solo por el puro placer o la curiosidad de saber quien murió y está en otro cubículo - ¡Coño que feo era ese tipo! - comentó uno de ellos al salir de la sala B. Ese también era el momento donde la familia menos cercana se veía: los primos segundo, terceros y hasta los cuartos, los hijos de los primos y un sinfín de parientes. - ¡Ay chica pero mira como han crecido las hijas de Amílcar! - ¡Ay sí, pero tan feas y malas como su madre, mira eso, están más lisas que una tabla después de lijar. Cerca de las ventanas del cubículo B un grupo de mujeres ¡bueno! y hombres también, se cuentan el último capítulo trasmitido de la novela brasileña y dan sus presagios de los capítulos finales; los borrachines con disimulo hacen cuentos de pepito, de relajo y cuantos vengan a la mente, eso sí la risa con discreción que estamos en una funeraria. En la madrugada, la hora critica, la mayoría desaparece, solo los parientes más allegados: demacrados y desfallecidos dormitan entre uno que otro sollozo en los balances rígidos de la funeraria. El entierro está previsto para las 10 de la mañana, por lo que casi todos regresan para de ahí ir al cementerio, el que no tuvo su buchito de café en la mañana aprovecha el que reparten por los cubículos. ¡Que sé de muy buena tinta de personas que viven cerca de la funeraria y todas las mañanas entran al cubículo que han detectado se reparte café para así ahorrar el de casa! La hora más crítica: vienen a cerrar el féretro para llevarlo al cementerio. Todo se exacerba: los gritos, los abrazos, el llanto, el que no llora pone cara como que está llorando pero hay que hacerle honor al clímax. Ya en el cementerio alguien tiene que decir unas palabras ya sean verdad o mentira. Le ronca el mango que si el tipo era un cabrón tengamos que escuchar que era un buen hijo y un buen esposo y un buen padre y un buen vecino pero bueno, son gajes del oficio de despedidor de duelo. De regreso a casa el silencio es sepulcral: que si hay que estar tantos días sin poner el televisor, que no sé cuantos meses sin poner música, que si vestirse de negro o gris en un país donde no hay telas y menos negra, que si la misa espiritual. En fin que un velorio en Cuba para los familiares y amigos menos allegados es algo así como inconscientemente gozarse en medio de la desgracia pero con cierto recato. Palabras propias de Cuba: Ponina: colecta Despellejar (a alguien): hablar mal, criticarlo. Curdas: borrachos Buchito: poquito

martes, 8 de noviembre de 2016

Tan bueno que era, por Mayra Sorondo (Puerto Rico).

Me hice las tetas porque mi novio con el que llevo veinte años- me dijo que me las levantara. Mi novio con el que llevo veinte años, dice, que no se quiere casar conmigo porque prefiere una relación sin compromisos. Cada vez que termino la relación, él me llora tanto -que le cojo pena y regreso con él. Siempre estoy arregladita porque a él le encanta. Cuando no me -arreglo, ¡chacha! me entra tremendo sentimiento de culpa.