lunes, 6 de febrero de 2017

Mi próxima estación, por Dolores Covarrubias (México)


1989, una mañana de invierno me sorprendió mi madre con su llegada  a la ciudad de México, en la que me acompañaría a la boda de una de mis mejores amigas. Jamás olvidaré aquel momento que marcó mi vida, ya que ese bello recuerdo quedó atrapado en mi mente. Recién llegadas al salón de fiestas nos sentamos en una pequeña mesa donde yo la podía disfrutar frente a frente, con la mirada más bella y sus grandes ojos verdes que jamás volví a ver. El color de la ternura. Tenía escasamente ocho meses que me había separado de mi madre  para volar y hacer mi vida más independiente. Conversamos de todo un poco. Me di cuenta que ella quería saber cómo me sentía y si yo estaba bien. Debo aceptar que la extrañaba. Yo estaba feliz de tenerla a mi lado, el roce de sus manos con las mías me hizo sentir tan segura. Igual que cuando de niña tenia miedo, bastaba un abrazo y todo desaparecía.  Tomándome con sus manos apretó fuertemente y mirándome frente a frente me dijo estas palabras - Mi niña ¿Sabes qué hago cuando tengo deseos de verte a pesar de tenerte lejos? - Intrigada le pregunté. Ella sin soltar mis manos cerro sus ojos, mientras yo admiraba esa expresión tan hermosa, me contestó  - Cierro mis ojos y me veo viajando en un tren, esperando con tanta emoción que en la próxima estación estarás allí para abrazarte - Mi madre siguió con sus ojos cerrados como si todavía continuaba en el viaje, esperando llegar a su propia estación. Pude sentir en ese momento su gran deseo de que estuviéramos juntas. Hoy en día, escuchar  el sonido de un tren es música a mis oídos. Es sentir que está cerca de mí, es sentir  que en mi propia estación la podré abrazar.    

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