viernes, 25 de enero de 2019

Algunas esquinas de Santiago - Elizabeth Calvo



De Stgo de Cuba que podría yo contarles?
Yo solo nací allí hace unos 50 años, y ese pedacito de mundo que conocí me lleva más de 450 de ventaja. Stgo de Cuba fue una de las 1ras 7 villas fundadas por los conquistadores españoles, en su paso hacia el oeste. Wikipedia dice que fue Diego Velázquez en 1515, y la mayoría de los libros cuentan su historia a partir de ahí, en fin, Lo que les contare es poco y muy mío, de las memorias de mi niñez y un poco de ese mundo ideal de algunas esquinas, de esos recuerdos que se recrean y pintan de arcoíris cuando las alas te han llevado lejos.

Camine mucho sus calles estrechas, algunas casi sin aceras, loma arriba y loma abajo, aun hoy unas pocas adoquinadas, con marcas de tranvías, con esquinas que tenían pintadas viejas propagandas de Coca Cola, Mejoral, Bayer y otros productos que ya no existían. Las cuadras de mi Stgo en general son simétricas, de 100mts de largo y ancho. Las casas de mi barrio están pegadas una al lado de la otra, en algún tiempo estuvieron pintadas de colores vibrantes, fachadas estrechas, puertas altas, ventanales con balconcitos aunque estén en planta baja, enrejados y persianas. La mayoría de las casas tenían claraboyas (tragaluces o vitrales). Debido a la irregularidad geomorfológica de la zona, muchas callejuelas se construyeron en forma escalonada, siendo la más famosa la Escalinata de Padre Pico, en el barrio El Tivoli, con 52 escalones en 13 bloques de 4 peldaños c/u.

Desde la esquina de Corona y San Basilio divise la bahía cada vez que cruce por allí. La bahía allá azulita y tranquila, vigilada y protegida por el Castillo de El Morro. Y ese pedacito de terruño en el centro, “El Cayo”. Y atrás de fondo las lomas de la Sierra Maestra.
Yo nací y crecí en la calle Vargas, casa#5, cerca de la esquina con el paseo Martí, a 3 cuadras del crucero del tren, histórica esquina donde hubo una librería por muchos años.
Vargas, la calle debe su nombre a un brigadier español, q fue gobernador en 1850-1855. Los Hoyos, como se conoce actualmente este barrio, es famoso por su conga, sus negros arrollando a paso pegado al suelo, sudando unos encima de otros, cuando los cueros de los Congos y la trompeta china lo anuncian a fin Junio y durante los carnavales. En Casa’e “La China” una negra voluptuosa y de ojos rasgados, yerbatera y espiritista famosa, muy cerca de la esquina de Marti y Moncada, a 8 cuadras de donde yo vivía, se compraban las mejores yerbas y flores frescas pa despojos, cualquier tipo de accesorio pa brujerías y otros rituales de santería o de paleros. También se vendían raíces pa preparar el famoso Pru-oriental, una bebida deliciosa. En mi niñez era un barrio limpio, que tenía una costumbre peculiar: muy temprano en las mañanas antes de que saliera la 1ra persona de la casa, se lanzaba de la puerta pa’fuera un cubo de agua previamente serenada. La razón era pa refrescar la entrada del que llegara y limpiar el camino del que salía. Esto se hacía creo q solo en Oriente, y en otros lados solo por santiagueros. Mi abuela lo hacía religiosamente y de esa agua serenada a veces nos santiguaba. Con eso ella lo curaba todo. Hoy ya no es así, casi nunca hay agua y cuando hay, muchos ni recuerdan la tradición.

Recuerdo una tarde, Yo tendría como 7 años, Sali a la puerta de mi casa, recién bañadita, peinadita en mi batica de algodón azul, planchadita, a mi rostro llego una brisa distinta, sentí por primera vez el aliento etílico de mi ciudad, un aroma profundo, almizclado, dulzón y amistoso que me gusto de una. Aquello se grabó en mi memoria como un bálsamo, un embrujo, o como una caricia. Después mi papa me conto q ese olor se escapaba de las bodegas de la fábrica de ron Bacardí, cada vez q abrían para cargar los camiones q transportaban las cajas de ron. La fábrica hoy renombrada “Ron Santiago”, queda a 5 cuadras. Por eso cuando me sirvo un trago de añejo, me dejo seducir con su aroma, luego me regalo unos instantes para saborearlo, poso mis labios en el borde del vaso, solo para humedecerlos, entonces “el” roza mi lengua y en lento compas me penetra su sabor ardiente, q pasa por mi garganta como un fuego necesario y yo, bueno Yo me transporto…y vuelvo a ser esa niña de moños trenzados y batica planchada frente a la puerta en mi barrio.

Otra cosa que yo he notado es que los negros más bien parecidos y sexys de este mundo los he visto, y tocado allá. Los puedes reconocer, los negros de Stgo somos esa mezcla indefinida, con labios carnosos y nariz perfilada, abundante cabellera, pechos lampiños y buena dotación de músculos, y zalamería, mucho sex-appeal tanto en hembras como en machos. Esa interminable mixtura de pirata francés con criolla hija de españoles, o de haitiano con india siboney, o de jamaiquino con blanca dama, o de chino con negra africana, o todo eso y más, revueltos genes, que nos han parido una raza de negros, mulatos, trigueños, todos apetitosos, tersos, bronceados, musicales, libertinos, y además, pretensiosos. Y q decir del “Jabao”, eso no se conoce en otro país de habla hispana.

La bodega de la esquina era del chinito Joa, recuerdo que tenía un mostrador de madera y unos estantes que mayormente lo que mostraban era cajas de cigarros, cajas de fósforos, unas pesas antiguas, y a pesar de no haber mucha mercancía, había un olor bonito, a granos secos, a galletas de sal, a tabaco y a vino seco para cocinar. El chino era un ser diminuto, flacuchento y con espejuelos de fondo de botella. Machacaba el español pero le encantaba jugar domino en la esquina todas la noches con un grupo de hombres escandalosos y echadores de bromas. Él vivía ahí mismo con su hija una chinita criolla, y su nieta, hija de esta con un militar. La hija de Joa se fue por el Mariel en el 80. El pobre hombre dejo de mascullar lo poco que sabía de español y se encerró en su mundo y en su casita sencilla, en la parte de atrás de la bodega hasta que murió.  Esa esquina fue reconstruida, porque en una temporada de huracanes la bodega se desplomo. Lo que hicieron fue una carnicería, donde casi nunca hay carne, y cuando toca es por dieta de enfermedad, o por ser mayor de 65.

El paseo de Martí, ave. importante, de 2 vías en ambos sentidos, y un parque interior, ostentaba frondosas matas de majagua a ambos lados. Con frecuencia Yo recogía algunas flores cuando caían, amarillas, rojo vino, anaranjadas, y q tenían una textura q a mí me gustaba al tacto, algo así aterciopelada y esponjosa. También las usaban para preparar champú o suavizante. Dicen q eran buenas pa mantener el color oscuro del pelo, y otros remedios medicinales, pero yo nunca las usé. Dicen que Sandy el huracán que paso en 2012 arraso con muchas, sacándolas de raíz, y las q quedaron fueron removidas por temor a q se cayeran, pero hasta la fecha no han sido reemplazadas con otras. Eran robustos ornamentos que protegían a mi gente del Sol, que allí en Sgto. tiende a ser más caliente.

Les puedo contar también de aquellos festines cuando 2 o 3 jóvenes y no tanto se trepaban a los vagones cargados de ganado vacuno que iban rumbo al matadero, y en esa misma equina de Cristina y Marti, se las arreglaban pa soltar a 3 o 4 de aquellos infelices y flacuchentos sentenciados. Estos pobres animales tenían unas horas de relajo, creyendo q habían escapado a la muerte que les era inminente y q por instinto habrían olfateado. La cosa era pasar un buen rato correteando delante o detrás de aquellas bestias que despavoridas salían en todas direcciones. Mi abuela maldecía, mi papa, a veces participaba en aquellas juergas, mi hermano tambien. Yo solo miraba por la ventana, y me reía muchísimo o me asustaba que alguien pudiera salir lastimado. Siempre salía de su casa alguien desprevenido y se encontraba en medio del correteo. Un San Fermín criollo ¡Tremendo! Hasta que llegaba la policía y algunos ayudantes a recuperar los activos del Estado: la carne.  

Otro día les cuento de la mata de Flamboyán del solar de la esquina en Santa Isabel, en esa misma esquina me pinte de rojo los labios por 1ra vez antes de los 15 años, o de la esquina del “Gallito”, donde me reencontré a un amor después de 10 años de distancia, o de la esquina de San German y Corona, donde había un parquecito en el que cada día se peleaban a piñazos los muchachos de mi escuela primaria al salir. Y podría contar también de la playa Buey Cabon, de los viajes en tren a La Habana, o los domingos en El Caney de las Mercedes, o  de cuando vivimos en casa de tío Cesar en carretera de Mar Verde.

Si, soy de Oriente, concebida, nacida y criada en Stgo, y aunque solo una mín. parte de mi vida transcurrió allí, me siento Oriental, guajira, dondequiera que me presento lo aclaro: “Soy de la loma y bailo guaguancó en casi cualquier lado”.



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