jueves, 27 de diciembre de 2018

Nueva tarde en Guayabal - Por Nestor Lepe (Chile)



Una vez me hice grande, dejé mi pueblo, mis amigos y calles; así salí a descubrir el fruto que dan los años que se tejen en cada sueño… un día crecí por los pasajes de mi colonia, contemplando las ventanas, los balcones y esquinas donde jugaba… yo vuelvo a casa cada vez que recuerdo; cierro los ojos y aún veo los caminos de tierra, los árboles que adornan los pasos que doy camino a la única plaza. Cierro los ojos y puedo leer las emocionadas miradas…cuanta falta hacen las veredas de tantas palabras y esas manos que veía de niña, desde una antigua casa de barro…Guayabal era mi pueblo…y mientras lo recorro frágil e indeleble con mi silueta fantasmal, en uno de los cuartos me encuentro…soy yo, solitaria y volcada a los quehaceres de casa y entre juegos y deberes veo a mi abuela que hace el pan de cada día con sus manos partidas de tanto fuego y alegría; siento el calor de mi tío querido, respiro todo aquel aire inigualable…y al fin siento que vuelvo al amor que dejo esa vida, que tan solo era mía... 

Así como yo era en mi infancia, soy cada vez que puedo leer las miradas, los balcones, las ventanas…pronto tal vez sabré desde el cielo otros cuentos de calles no encementadas… pero un día crecí…¡oíme pueblo! enredada en la esperanza, conversando con tu alborada y madurando con el canto de aves en tus ramas…será por esto que me enojo al pensar que tus calles ya no son de tierra y que ya no tendrás polvo que el viento en mi pelo sostenga… que no habrá tanto perro que ladre y solo el recuerdo estará en una desolada y nueva tarde.

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