domingo, 19 de agosto de 2018

SIEMPREMAR - Por Lourdes González (Cuba)


1977- MAR

La primera imagen que recordaba en su vida era el mar… bueno, el cielo… que para el caso es lo mismo porque no es más que el mar invertido. A partir de ahí la presencia del mar fue siempre vital para ella. Era tan fuerte que cuando su amigo Alejandro la conoció le dio un nuevo nombre, aquel que había estado esperando por ella desde que nació. El miró sus ojos… y percibió en ellos el océano… la profundidad del mar… la espuma…, sonrió y le dijo:

-Tú te llamas Siempremar, ¿verdad? -

Ella contestó a su sonrisa y Alejandro escuchó con nitidez el rumor de las olas…

-Sí, así es… que bueno que apareciste para descubrirlo-  y sonrió todavía más.

Él le había hecho recordar su nombre… el que la rondaba desde que llegó al mundo esperando a que justamente alguien como aquel muchacho lo recogiera para ofrecérselo. Desde entonces fue Siempremar… y se olvidó del otro nombre, aquel que no era suyo porque alguien equivocadamente se lo había colocado al nacer. Lo suyo era... indiscutiblemente el mar, y ahora lo había recobrado.

El nombre es algo muy importante. El nombre hace a la persona y la persona al nombre. A algunos nos colocan el nombre equivocado y eso es luego un problema. Porque nos pasamos la vida entera tratando de hacernos a ese nombre que no nos corresponde. o tal vez, intentando encontrar el nuestro. Y de cualquier manera es una tragedia. Un nombre bien colocado nos facilita el camino, es como la luz. Se evitarían muchas dificultades si dejáramos a los niños crecer un poco y escoger ellos mismos su nombre. Seguro esta que su instinto los llevaría a encontrar el nombre correcto que es como la sombra, única; en lugar de llenar el Universo de nombres vacíos y de personas huérfanas de nombre.

Alejandro fue siempre un muchacho muy vital… por eso supo reconocerla cuando la vio por primera vez, por eso y por el olor a sal que percibió en su presencia pudo enseguida nombrarla. Ella se lo agradeció, era todavía muy joven… apenas una niña y ya había encontrado su ruta.

Siempremar llegó al pueblo por el camino del este. Llegó con su madre y su hermano y un día aparecieron instalados en las afueras, en una casita frente al mar de los Pescadores. No había un papa y ella no lo recordaba. Su madre era las dos cosas y era también una figura difícil de apreciar. Alta, muy delgada y bastante masculina. Llevaba el pan a la casa después de estar todo el día sentada en su coche de caballos que alquilaba como transporte. Había muchos más como este, pero el suyo era el único manejado por una mujer, aunque en el pueblo había alrededor de 200 coches tirados por caballos. Por supuesto que pasó a ser una figura reconocida por todos y su apodo de la cochera por ser quien conducía su coche, pronto formó parte de la cronología habitual.

A Siempremar no le fue fácil hacer amigos, bueno más que todo amigas. por aquello de… ¡Ah, pero si tú eres la hija de la cochera! La gente la miraba de manera distinta. Los muchachos suelen ser en especial muy crueles y se burlaban de la profesión de su mama, de su aspecto. Se peleaba con ellos o simplemente le daban de lado… sobre todo en la escuela. Sin embargo, Alejandro fue distinto. Se le acercó y al mirarla se quedó como escuchando. Por eso le hizo el regalo de nombrarla. A partir de ahí, Siempremar olvidó como se había llamado antes y comenzó a andar un nuevo camino. Fue mucho más fácil, ya no le importaron tanto las burlas y las risas de los otros. Y con el tiempo, también los otros olvidaron las antiguas bromas y comenzaron a aceptarla. Quizá también porque la figura de Alejandro junto a ella era lo suficientemente fuerte como para espantar el recuerdo de la cochera. Y, sin embargo, el admiraba a su madre…

-Me encanta tu mama- le dijo… -es una mujerona. Ella sí que los tiene bien puestos, Siempre mar. Ya quisieran algunos en este pueblo poder ser como ella. Yo creo que muchos hombres le tienen miedo-

Ella se quedó callada… ese justamente era el problema.

-A mí no me da miedo. Me gusta- le dijo el

-Mi mama es muy buena Alejandro, pero no me agrada su aspecto. Parece un hombre-

-Es que ella es las dos cosas, es un hombre y una mujer. Lucha duro para salir adelante… lucha por Uds. y no es fácil-

-Yo sé- contestó.

Pero seguía pensando que una mama como las otras que conocía hubiera sido mejor. Sin embargo, Alejandro le hacía valorarla. La seguridad de su amigo y el mar que la habitaba fueron borrando las huellas de los comentarios y de las risitas burlonas. De la misma forma que las olas borran todo aquello que se escribe en la orilla. Y Siempremar, comenzó a mirar a su madre de otra manera. Para una adolescente son difíciles la aceptación y la imagen. Surgen muchas dudas y complejos. Su mama era extremadamente fuerte pero también, extremadamente madre y eso la hizo verla desde otro ángulo. De cierta forma, también además de quererla empezó a admirarla.

Si Siempremar fue el océano, Alejandro fue la tierra. El la llevaba de la mano por caminos diferentes y vitales. Se complementaron de cierta manera con la fuerza de esa amistad adolescente que es muchas veces, para toda la vida. De repente la escuela se le hizo interesante. Las clases ya no fueron aburridas. El encuentro con los otros compañeros de cierta forma una sorpresa, una alegría. Y se fue haciendo parte de su entorno.


Justo entonces, ocurrió la ruptura. Fueron tiempos violentos y tensos en toda la isla. Una vez más comenzaba una oleada de gente que abandonaba el país. Y enfrentamientos y acoso a todo el que decidía marcharse. Y a Siempremar le dio miedo. Le dio miedo porque escuchó a su madre hablar de cambios, de un mejor futuro para ella y para su hermano, de otras oportunidades… pero le dio miedo separarse de Alejandro, de su escuela y de sus compañeros…  ¿empezar de Nuevo?  ¿y lejos de su amigo, lejos de aquello que le era familiar y querido? Todo sucedió vertiginosamente… ni siquiera tuvo oportunidad de despedirse. Fue como una pesadilla… la huida de la casa en medio de la noche para escapar de los golpes y los gritos. La estancia en el campamento donde los alojaron en espera del barco. La incertidumbre, los insultos, la tristeza, el miedo…  y solo el mar, el mar ahí frente a ella, alrededor de ella… pero siempre, siempre dentro de ella…

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