miércoles, 30 de septiembre de 2015

Los seres de la niebla, por Nancy Bonsembiante


-Antonia Pérez pa’ lo que guste mandar- Así debía decir a mis patrones, a los que mandaban, a los que tenían toda la mosca (1).

  
Qué bien que aprendí de mamá, y tan bien aprendí a agachar la cabeza que acá estoy entre lampazos y trapos sucios limpiando la mugre que los otros dejan. Claro, ellos están para cosas más importantes, las cosas que pasan en la superficie, para lo bajo estamos los pobres que sabemos bien de agachar la cabeza. La metáfora de mi vida, tanto mirar para abajo el destino se me marcó a fuego.  
Ni decir del mandato familiar, aunque mi familia esté únicamente formada por mi mamá que una vez soñó que podía mirar para arriba y me trajo al país del norte. –Allá todo es fácil Antonia, ¿no ves las películas? El Roque sabe de eso. ¡si hasta inglés habla!- Y por culpa de ese amor desgraciado me trajo con tan sólo quince años.  
Como es bien sabido entre los pobres el orgullo más grande es el de poder procrear y así lo quería el Roque, años de búsquedas infructuosas y discusiones a media noche, médicos caros y miseria escondida. Porque como bien saben acá en el país del norte si no tenés el estado te da. La verdad no sé quién se puede creer ese verso porque en casa poco se veía de la miseria que nos pasaba el gobierno, y mamá sólo veía por los ojos del Roque. 
 Un día la gran noticia –¡Estoy prégnan (2) Antonia! ¡Dios me escuchó y San Gerardo se cansó de estar mirando la pared sin ver nada!- ¡Lo que faltaba! Eramos pocos y parió la abuela. Nueve meses de tortura, que traéme esto, que el medico me mandó reposo y Antonia iba y venía. Al Roque la cerveza y la televisión le habian carcomido el cerebro asi que con él no se podia contar. ¡Ay cuanto añoraba Los Juríes! Pueblo chicos si los hay, pero la abundancia no asegura compañía, y aquí en Houston vivíamos en una casa que se venia abajo y los vecinos sólo compartian el mismo deterioro, siempre adentro, la televisión prendida, la cerveza fría y a otra cosa mariposa. 
 Los gringos no nacieron para la vida social. Si hasta el mate se habia prohibido en esta casa, las tardes de mateadas que teniamos con los del rancho vecino. 
–véngase doña despué’ la siesta, tenemo  torta y mate dulce pa’ todo-  
Y mostraba toda su sonrisa vacía, porque en Santiago faltarán cosas, pero lo que mas escasea son los dientes. Los dentistas están para sacar lo que estorba, si el diente duele, ¡afuera! ¿Que caries ni caries? ¿Algún día se va a  caer no? Igual que en el país del norte. En la escuela nos miraban la boca de vez en cuando, a mi me dijeron -por lo poco que entendí en ese momento- que fuera al dentist(3) que muchas cavities(4). Mi maestra me hablaba pausado, abría su boca con cada vocal que pronunciaba y me miraba a los ojos fijos, pero yo estaba bloqueada, no entendía nada. Si en Buenos Aires estuve un año para entender a los porteños, estos gringos pretendían que recién llegada comprendiese esos sonidos paposos y ásperos como la biruta.  
Volviendo a mamá, nueve meses de agonía para mí y mi tan deseado hermanito nació. Dos meses de hospital y Dios se lo quiso llevar. Llanto en casa, desgarramiento de la ropa, escenas de dolor exagerado. Yo había escuchado bien al doctor –ahora mi inglés no era del mejor, pero entendía- lo que había complicado las cosas fue el estado obeso de mi madre. Claro si se la habia pasado en la cama dele de comer. Y eso que yo le decia, -¡no comas donuts que no son factura!- Pero que estaba con los cravings(5). Yo no sé si fue la comida o qué fue, pero Dios es sabio y se lo llevó antes de que fuera testigo de lo más parecido al infierno en esta bendita tierra. No hubo un día de paz después de eso.  
El Roque se iba por muchos dias y cuando volvia era para quilombo(6). Yo me tapaba las orejas e intentaba terminar las tareas en inglés que me habían dado. Era imposible. Ni decir del dinero que empezó a escasear como nunca. Según el Roque en invierno los gringos no cortan el pasto tan seguido, así que la troca(7) apenas si se movía de casa por aquellos días. Hasta que una mañana lo vi por la ventana del cuarto. El Roque con un bolso un poco más grande de lo acostumbrado se fue con su troca a otra parte, no lo vimos más ni en figurita.  
Yo estaba por terminar el high school(8), a duras penas y con gran ayuda de los teachers(9), pero la realidad era que me había aferrado al español como las garrapatas a la piel de las cabras y no me entraba nada en inglés. Era un caso de estudio, todos los recién llegados tenían un tiempo de adaptación pero después aceptaban tanto el inglés que perdían su lengua natal. ¿Será que en Santiago se me pegó no sólo la tonada sino las palabras suaves de mi exquisita lengua, mezcla de acento santiagueño con yeismo porteño? En resumidas cuentas me aprobaron para no verme más la cara, y gracias a ese título estoy aquí en Galleria, el lugar mas paquete de Houston, en el food court limpiando dia y noche los pisos, con un acompañante inseparable, un tacho de mi estatura que llevo a todos lados para juntar la basura donde la veo. Lo bueno es que mis compañeros sólo hablan español, por eso están donde están, pero a mi me gusta así, me divierto con ellos y me cuentan historias de su Méjico querido. Asi conocí a la virgencita de Guadalupe que hoy me acompaña en una estampita que llevo en el bolso pa todos lados. 
Allí conocí a María, chaparrita –asi le dicen a los petisos-, morocha y con un pelo largo y renegrido que escondía en la gorra plástica que se ponía para trabajar. Era bonita pero siempre estaba que tenía que bajar algunas libras. El problema de todos aquí. María me contó que en su pueblo creían en “los seres de la niebla”, fantasmas, espíritus o como se llamen que sólo aparecían a las almas elegidas para marcarles el camino.  
  • Vos estás loca mujer-  
le decía yo,  
-Esos seres los verían después de tomar mucha tequila, en Los Juríes corrían todos al monte cuando se venía la luz mala, pero yo nunca tuve el gusto ni de verla de lejos a la condenada- .  
Cuestión que esos benditos seres de la niebla le quitaban el sueño y venía medio sonámbula todas las mañanas, delirando con almas en pena que clamaban por su ayuda. Pobrecita, si daba pena verle los ojos vidriosos por la falta de sueño y las ganas de llorar.  
–Vos lo que necesitás es un novio, asi te saca a pasear y no pensás tanto en pavadas, mujer-.  
Le decía yo, y le alcanzaba a sacar una sonrisa tímida y un suspiro de resignación mientras agarraba el trapo y limpiaba donde había caído una papa frita de Mac Donals.  
Por esos días yo me había empezado a replantear mi vida, debía irme de mi casa cuanto antes, por mi salud mental y física. Mamá se había dedicado a las telenovelas hispanas, mañana, tarde y noche con el televisor en el mismo canal. Desde que había perdido al Roque ya nada le importaba y miraba esas historias de amores imposibles soñando con que alguna vez  yo, “su amada Antonia”, conociera a su príncipe azul.  
–Pintáte un poco querés, ¡que parecés verde cuando te levantás! Un poco de lápiz en los labios y un poco de ese polvo claro que me compró el Roque te disimularían las ojeras y ese color pardo que no dice nada-.  
¿Y desde cuándo yo tenía color pardo?, eso lo había sacado de las novelas, ¡yo era bien morochita y a mucha honra! Para pálidas y desabridas estaban las gringas. 
Siguiendo con el tema de los seres de la niebla María dejó de hablar del tema de un día para el otro. Recuperó la sonrisa y la energía que la caracterizaban. Parecía como si algo o alguien le hubiesen devuelto la paz perdida. Como volver a casa se había vuelto un suplicio, algunas veces acompañaba a María a visitar a sus padres. Vivían en el sur de Houston, donde viven casi todos los latinos, en una casa muy bonita con una jardín repleto de flores y muñecos de yeso. Daba gusto llegar a esa casa, siempre con mucha gente, algo de tequila, música y ganas de “platicar” hasta la medianoche.  
Allí conocí a toda la familia de María, sus tías, tíos, sobrinos, sobrinas, primos y sus seis hermanos, tres “hembras” y tres “machos” como decían ellos. Su hermana menor llevaba ya tres embarazos, todos exitosos y con tres varones preciosos que corrían como desaforados toda la noche.  
Guada, asi le decían, ya lucía orgullosa una nueva panza. 
  • mujer, ¡vos si que no perdés el tiempo!-  
Le decía yo y ella se reía de vergüenza. La casa de María me recordaba a Santiago, sus noches serenas y la compañía constante. De Buenos Aires no tenía buenos recuerdos, demasiada gente y tanta soledad. Mamá la sirvienta y yo el estorbo que ya no encontraba ningún espacio apropiado en esa casa de ricachones quejosos. Mejor no acordarse, lo único bueno que saqué de Buenos Aires fue la “ye” que hoy me festejan todos los que me escuchan y mi estadía en aquel gris convento que me hizo conocer a los libros y no temerles. Allí pasaba toda la semana encerrada, soportando a las monjas y sus malos tratos. Eramos niñas desamparadas, mal criadas por sus madres que sólo necesitaban disciplina. Marisa me acompañaba siempre a la biblioteca, allí nos encondíamos para no aguantar la clase de religion con la hermana Clotilde, y nos devorábamos cuanto libro podíamos esconder debajo de las mesas. Marisa me acompañó parte de mi niñez y de mi adolescencia. Lloré mucho al dejarla. Ella me enseño que el amor es posible en cualquier sitio, hasta en el más frío y deshumanizado. 
En una de esas noches de fiesta Guada comenzó a sentirse mal, se movía un poco inquieta y el ceño se le empezó a fruncir. Yo me le acerqué como quien no quiere la cosa, porque me daba cuenta que el gran momento había llegado. La tomé de la mano y le dije con serenidad: 
  • ¿ya nos tenemos que ir señora?-  
Asintió con la cabeza, y sin más tomé el auto y la subí junto con el marido que había palidecido de repente. Respiraba con trabajo, pero en su mirada se adivinaba la sabiduría del que sabe esperar con resignación y fortaleza. Llegamos al hospital, la guardia llenísima de gente, y Guada no tenía doctor asignado, como tampoco seguro médico. Esperamos como una hora más allí, mientras Guada soportaba las contracciones y respiraba casi jadeando. De vez en cuando una enfermera le ponía un estetoscopio en la panza, el bebé estaba bien, que siguiera así. 
 Después de dos horas se dignaron a llevarnos a una habitación, corrieron una cortina donde otra parturienta soportaba las contracciones y yo me quedé con Guada mientras su marido hacía el papeleo. En ese momento me puse a pensar por qué María no estaba allí, por qué su madre no había podido venir y por qué yo estaba tomando la mano de Guada para ayudarla a respirar. Esa noche dormí incómoda en una silla del hospital y soñé por primera vez con los seres de la niebla. 
Jamás creí que el oído humano fuera capaz de escuchar tantas voces al mismo tiempo y comprender perfectamente lo que cada una expresaba. Yo que siempre fui una piedra para captar las ideas, no caia en mi asombro de que esta vez mi mente se hubiera despertado. Lo que realmente no podía comprender era el mensaje, “Antonia, amada, única y elegida, no nos tengas miedo”. ¿De qué podía tener miedo si no veía nada? Un sueño en negro total, sin imágenes, y con tantas voces extrañas, dulces, angelicales.  
Me despertó el sonido de una sirena. Antonia te estás volviendo loca, y todo por culpa de María y sus alucinaciones, te las había pasado, como te había pasado la preocupación por una hermana que no era la tuya. ¡A las 11:00 tenías que trabajar y estabas todavía ahí! La cara que te iba a poner la gringa cuando te viera llegar tarde y con cara de palmada(10). Fuiste rápido a ver a Guada y la encontraste con un negrito prendido a su teta. ¡Qué hermosa imagen la pucha! ¡Si no pudiste disimular las lágrimas! ¿Desde cuándo tanta emoción por un crío? Le pusieron Antonio, en honor a vos, no pudiste dejar de cargarlo y babosearte un rato. A correr que Galleria te espera... y la gringa también.  
Esa tarde te reiste un rato viendo a los turistas franceses chanpurreando el inglés, sí que había peores que vos Antonia. María estaba un poco callada, creíste que era por su sobrino recién nacido, pero no, cuando se iba, colgó el delantal y la gorra, se acomodó la melena renegrida y te dijo:  
-Mi hermana se nos muere Anton- y se largó a llorar.  
No podía ser, tenía que haber un error, Guada era fuerte, joven, bonita, llena de vida... pero sus riñones no pensaban lo mismo. Estaban tan deteriorados que no le daban más de tres meses, con diálisis y todo. Te quedaste de una pieza, muda, inmóvil en aquella oficina fría y desprovista de cualquier signo de humanidad, los gringos no habían pensado mucho en la ambientación de la sala de los que limpiaban, sólo los lockers grises, todos igualitos. Abrazaste a María casi sin pensarlo, quisiste hacerle entender que estabas con ella, porque no te salió una sola palabra, cualquier intento de consuelo hubiera sonado artificial.  
Esa noche conociste a Steve, mejor dicho te lo llevaste por delante mientras caminabas pensando en la nada.  
  • How pretty!-  
Te dijo, y vos nada, como sombi por los pasillos de Gallería, viendo sin ver, escuchando sin oir, caminando ciega de pensamientos.  
  • May I help you? –  
Te preguntó con el acento sureño más gracioso que jamás escuchaste y te hizo reir. Era la primera vez que un gringo te preguntaba eso, era tu libreto constante en tu trabajo, la gringa te lo decía siempre, tenías que ser amable con la gente y dejarles saber que estabas allí para servirles sin estorbar.  
  • No hablo inglés chabón(11) –  
Y seguiste caminando. El pobre te corrió y te dijo  
  • mi querer café y ¿tú? -.  
Te dio pena y la verdad que entre volver a casa y bancarte ese gringo hablando español como los indios, preferiste al gringo. Hablaron hasta que Gallería cerró, te tomaste dos cafés y un pedazo grandote de cheese cake(12), tenías que aprovechar.  
Ahí supiste que Steve venía del campo, que estudiaba en el college y que trabajaba en el restaurante de un tío llevando la contabilidad. Te despediste amablemente y le hiciste saber que no estabas interesada en conocer a nadie. Te miró como si le hubieras dicho que sí y te dijo con su acento inconfundible: 
  • See you later honey (12)–  
Y te guiñó el ojo. 
Llegaste a casa como a las once, trasnoche para el horario en este país. Ya tu madre roncaba como una bendita, las pastillas hacían milagros, en el país de la farmacéutica conseguir un somnífero era una papa, cualquier medicucho lo recetaba. Así que te lavaste los dientes, te pusiste el mismo camisón de siempre y te acostaste rendida. Te invadió la luz, y corriste libre de todo, de pensamientos, de ropa, del tacho grandote con el que limpiabas todos los días y sentiste la tierra de Santiago bajo tus pies, seca, caliente, áspera. Te quedaste inmóvil y viste el monte, el mismo pasto seco y la inmensidad en el horizonte. Lloraste como nunca lo habías hecho, habías vuelto. Ellos te habían llevado. Los seres de la niebla eran dulces, sólo te miraban y te sonreían, compartían tu felicidad. Te dijeron que volverías muy pronto que la vida te llevaría hacia ellos, que serías pronto un ser de la niebla y compartirías el privilegio de la felicidad eterna y tu felicidad era volver a los Juríes. 
El sábado tenías franco, volviste al hospital para visitar a Guada y la viste tan hecha bolsa a la pobre. Te miró esbozando la única sonrisa del día, enredada en tantos cables y máquinas que no dejaban de monitorearle el corazón. Una sonda la ayudaba a alimentarse con lo imprescindible. Se te debe haber notado en la cara porque Guada te pregunto:  
  • ¿tan mal me veo?-.  
Le dijiste que era por los cables, nunca habias visto tantos prendidos a una sola persona, y la hiciste reir. La tomaste de la mano y le prometiste rezar por ella, vos que habías prometido nunca más pisar una iglesia después de la experiencia en el convento con esas monjas malditas. Ella te miró resignada y no soportó el llanto, temía por su bebé y sus machitos. Cuanta desgracia junta que lo parió, pensaste, pero le dijiste que los médicos le iban a encontrar un riñón, que alguien iba a aparecer. No te lo creíste ni vos porque se dio vuelta y cayó rendida de sueño a raiz de tanto calmante. 
Esa noche Steve te llamó por teléfono. Pobre y vos con el ánimo por el piso, no estabas para galanes. Tanto insistió que tu madre, en su mismo atuendo de siempre, movió los labios diciéndote: 
  • Atendélo, pobre chico- 
Para no aguantar a tu vieja recordándote tu soltería y tu dejadez, lo atendiste. 
  • ¿querer ir cine hoy con me? 
Y te hizo reir otra vez. Saliste para salir del encierro y de las novelas mejicanas en las que la protegonista sufre toda la novela y el último día se casa, recupera su fortuna y es inmensamente feliz.  
Steve estaba paradito en la puerta del cine, perfumado, afeitado y bien peinado. Esa noche en el cine te tomó de la mano, sin decirte nada y vos lo dejaste. Volvieron a casa en su auto, porque el tuyo quedó muerto en el parking y te contó que había soñado con vos y con los seres de la niebla. Bajaste de su auto y le dijiste que no te buscara más, que los gringos no eran tu tipo. No lo dejaste hablar y le cerraste la puerta en la cara. Esa noche los seres de la niebla te abrazaron mucho, lloraron con vos y te consolaron. Te sentiste en paz. 
Guada empeoraba día a día y el donante no aparecía. Se retorcía de dolor en su cama mientras estaba despierta, para dormirse la mayor parte del día por efecto de los calmantes. María te dijo que pocos días le quedaban. La miraste y saliste corriendo del hospital, corriste todo el parking, llegaste a la parada del autobús y te dejaste caer. Ay Antonia que poco resistente eras al dolor, vos que habías conocido la miseria muy de cerca, el abandono, la resignación, no te parecías a los tuyos. Eras mantequita.  
Esa noche hablé por primera vez con ellos, fueron suaves, me conocían bien. Me hablaron de mi esencia, de mi color azul, de mi porqué en esta vida. Me dijeron que era de la tierra y que debía volver a ella cuanto antes para vivir en paz. No pude preguntarles nada, me respondieron todo lo que quería saber. 
Ese lunes no fui a trabajar. Llamé a la gringa y dije que tenía gripe. Me tomé el bus y me fui al hospital. Entré sin meditar lo que estaba por hacer.La vi a María tomando un café aguado y ya frío. Estaba axhausta. 
  • Yo voy a ofrecer mi riñon para Guada-  
Se quedó inmovil, petrificada al asiento y se largó a llorar. 
  • Si tengo dos mujer, uno me sobra que lo use Guada que ella si que lo necesita con esos salvajes que tiene  en la casa- 
La hice reir y fuimos juntas a hablar con el médico. Me hicieron quichicientos estudios. Mi mamá ya algo sospechaba porque tanta prueba me tenía agotada. Además no pude esconder todos los remedios que me daban. 
-En algo estás vos, decíme qué es- 
-Nada grave viejita Guada necesita un riñón y yo le voy a dar el que me sobra- 
Mi exagerada madre, y después de tantas telenovelas, se agarró los pelos, se desgarró el camisón a florcitas, y de rodillas me suplicó que no lo hiciera. 
-¡Vos te volviste loca, hacerle esto a tu madre después de tantos sacrificios para educarte! 
La dejé hablando sola y me encerré en mi cuarto. Al otro día era la cirugía para sacarme el riñón. Era totalmente compatible con Guada. Esa noche hablé con Steve, me estaba esperando. Me dijo que los seres de la niebla estaban conmigo, que me quedara tranquila. El volvería a donde pertenecía también, pero su misión era adoptar un niño, aun no sabía cómo, ni cuando. Le hubiera gustado hacerlo conmigo, pero mi destino estaba lejos del suyo. 
La cirugía de Guada fue todo un éxito, ya está en su casa recuperándose. En cambio vos Antonia palmaste. Ya te leiste todas las revistas que te llevó María y todos los libros que te regaló Steve. Estás toda cableada como lo había estado Guada. Parece ser que el riñón que te dejaron no estaba tan impecable y te esta trayendo algunos problemitas. 
Los seres de la niebla te vienen a buscar todas las noches, te llevan al rancho, te dejan correr por el campo, hasta con tu maestra podés hablar. Esa que era tan bonita, tan oscura y tan enigmática. Un desgraciado la violó y la mató, pero ahora es feliz. 
Domingo a la mañana, ya tu madre no aparece más en el hospital, tiene miedo que le quieran cobrar la fortuna que sale mantenerte con vida. María y Guada te traen mate a escondidas, los doctores te prohibieron todo. Esa mañana ya no sentís tanto dolor, y tuviste la lucidez para sonreirles a los machitos de Guada que pasaron a darte un beso. María te dice en la oreja: 
-Estás con ellos, sé que te eligieron- 
Cerrás los ojos y el tacho se derrumba, también Galleria, los autos lujosos, la gente de Armani, todo cae en un hueco enorme. Queda el polvo del derrumbe y tu incertidumbre. 
Pisás la tierra seca, sentís el calor en las plantas, el viento en tus mejillas y el sol quemante en la piel. Besás el suelo, te llenás la boca de pasto seco y salís corriendo enloquecida de felicidad. Los seres de la niebla van a tu lado y se ríen con vos. 
-Volviste Antonia, ya sos parte de la tierra, ya estás donde tu esencia quería estar, estás en paz-  

Nancy Gini Rossi 
Junio 2004 


Notas 
  1. Mosca:dinero 
  1. Pregnán: Pregnant. Embarazada 
  1. Dentist: Dentista. Odontólogo. 
  1. Cavities: caries. 
  1. Cravings: Antojos 
  1. Quilombo: Lío. Desorden. 
  1. Troca: Camioneta. 
  1. High School: Escuela secundaria. 
  1. Teachers: Maestros. 
(10) Palmada: agotada. 
(11)Chabón: Forma familiar de llamar a los jóvenes. 
      (12) Cheese cake: Pastel de queso 
(13) See you later honey: Nos vemos luego querida. 


  


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