la cadencia que generaban sus gases. Demás está decir
que con semejante hobby el resto de la sociedad lo mantenía bastante aislado. Y
no es que fuera una persona desagradable sino todo lo contrario, pero con tal acompañamiento
sonoro la gente se alejaba de el en cuanto empezaba la percusión.
Esto no parecía afectar a Armando en absoluto. Es más,
él se sentía orgulloso de su musicalidad y lo consideraba una hazaña corporal,
casi un arte. Fue creciendo y su arte también creció con él. Se hizo bombero no
sabemos si por aquello de apagar los fuegos internos al igual que los externos.
Y era muy común verlo con la manguera en la mano silbando, corriendo aquí y allá
para ayudar a las personas. También era curioso que mientras hacia su trabajo
la trompeta callaba. Eso sí, al final lanzaba su tonada como un gran homenaje a
Yemaya, la Diosa Africana de las aguas. Porque hay que reconocer que Armando
era totalmente caribeño en su expresión y su ritmo visceral.
Pero un día, mientras luchaba por apagar un fuerte
incendio se le escapo un gas enorme. Enorme, ruidoso y explosivo. Ahí, ahí
mismito fue como una reacción en cadena. Y vimos a Armando encenderse todo como
una antorcha y salir despedido hacia el espacio convertido en una bola de
fuego.
Nunca más hemos vuelto a verlo. Hay quien dice que
circula por el éter convertido en cometa. Hay quien asegura que se volvió un ángel.
Otros opinan que se deshizo en polvo de estrellas y cuando suenan unos truenos
muy Fuertes son como los twists que Armando nos envía. No faltan aquellos que
creen que regreso y está escondido. Sobran versiones pero lo cierto es que nos dejó
el eco de su repique y el recuerdo imborrable de su hazaña.
Gran imaginación y genio al escribir sobre algo inimaginable.
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