Alejandra
se levantó del sofá. No tenía ganas ni de moverse, la pesadez del cuerpo era
gruesa…incomoda y profunda. Pensó que algo andaba mal con la química de su
cuerpo porque últimamente le daban como ataques de pánico que la dejaban
extenuada. Se arrastró hasta la cocina y comenzó a prepararse un café. Mejor
eso que un vino. El alcohol momentáneamente la aligeraba pero luego la
caída era más fuerte. Su perrita la siguió tratando de buscar su atención, LadyDi era su nombre. No ladraba sino que la miraba fijamente y su colita apuntaba hacia arriba como reclamando su mirada y sus palabras de cariño.
-LadyDi… me estás buscando… amor si yo te necesito a
ti más de lo que tú me necesitas.
Parpadeo el
animalito como queriendo decir: ya lo sé, Madre… ya lo sé. Pero ahora quiero
que me mires y acaricies mi lomo y me rasques la barriguita como a mí me gusta.
Tanto te cuesta que me acurruque sobre tus piernas?
Alejandra
le paso la mano con cariño.
-No amor,
no me cuesta. Solo que todo mi cuerpo esta como dormido y sin fuerzas. Pero
bien sabes tú que te quiero mucho.
Ladro con
ternura… Si, Madre. Entiendo, pero nada más estamos tú y yo aca en estas
soledades. Nos hace falta tocarnos y juntarnos… como racimito de uvas. Anda, ráscame
la panza.
Y ella rascó
aquella media luna amarilla que se volteaba en el piso, con las cuatro paticas
al aire como bailando un vals invisible…
-Tú y yo
somos compinches, LadyDi o te gusta más que diga cómplices? Al cabo es lo
mismo. Le acarició el costado.
Así me
gusta, Madre, así… bien lo sabes. Dejo escapar unos gorgoritos de satisfacción
y Alejandra se sento con ella encima de sus piernas.
-Ay amor,
sino fuera por ti… que sería de esta pobre alma en pena… estos días de fin de año
son duros para mí. Me agarra la nostalgia o yo que sé. Sera cosa de las
hormonas, LadyDi? Tú que opinas?
Unos ojitos
cargados de ternura la miraron y Alejandra la apretó con fuerza. La perrita pasó
la lengua por su cara.
-Sí, dame
besitos cachito mío… bese a su Madre que anda con la cabeza enredada en telarañas
de recuerdos y de deseos.
Y por qué, parecía
preguntarle la perrita. Me tienes a mí, nos tenemos la una a la otra. Se te
hace poco, Madre?
-Es que hoy
es Nochebuena y ya ves… estamos tú y yo aquí solitas, sin nadie que nos
encienda el Arbolito…
Ella ladró:
No nos hace
falta nadie. Es Navidad porque andamos tú y yo juntas y nos queremos. Y se
volteó del todo. Alejandra le rasco los costados.
-Te voy a
tener que poner a dieta LadyDi.. Mira que panzota tienes.
Ella gruño
de satisfacción:
Ay no,
Madre… déjate de esas cosas. Le lamio las manos, y Alejandra sintió con gusto
aquellos besos tibios y húmedos.
-Pinche
tiempo, comento ella… este estar enredada en la colcha por el frio me da hueva,
y yo siento ganas de amigos, y de abrazos, y de risas y de conversaciones inteligentes.
-Mal
agradecida, dijeron los ojos de LadyDi. Aquí me tienes queriéndote, besándote, escuchándote
y todavía andas buscándome rivales, Madre…?
Alejandra
miro sus ojitos y noto como un brillo... –Ah… dijo en voz alta, debe ser la
depre.
No lo es,
dijeron aquellos ojos y aquella colita. Es que te quiero mucho, nos tenemos la
una a la otra y todavía te me quejas..
Ella la abrazó:
-Sera que
de verdad me están hablando esos ojos tuyos, LadyDi? Sera que de veras tú,
peluche querido eres mi Navidad este ano? Y que me vas a regalar entonces amor?
La apretó
con mucha fuerza. LadyDi sintió todo ese chorro de cariño y de puro nervio y felicidad
se orino entre sus brazos. Alejandra la soltó enseguida.
-Salgase
para allá pinche bola de pelos… nada más mira lo que me das, así que es este mi
regalo de Navidad?
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