Y el mundo se detuvo…
No acabábamos de disfrutar la
despedida del viejo año, pues aún quedaban residuos en el paladar del
lechoncito, la natilla, los panecillos, la yuca con mojo, las empanadas, y el pastel.
De viandas criollas hasta un plato francés que aromatizaron la cocina con los
olores más autóctonos. “Salud!” gritamos al dar las doce y chocar el cristal
rebosado del burbujeante liquido francés.
Pasando a recordar los rituales heredados
de la abuela, las 12 uvas, las lentejas, monedas, y velas para augurarnos luz
en el nuevo año, y por supuesto, no falto salir corriendo con la maleta.
Los abrazos y besos ensalzaron
nuestro espíritu y nuestro corazón, rebosando de alegría y optimismo
recibíamos el nuevo año que empezaba
a despuntar.
La bolsa se había recuperado del
desequilibrio de una fuerte recesión. Todo esto paso sin sospechar que quizás
podría ser la última navidad compartida…
Mientras que con alegría en Oriente se
empezaban los preparativos para recibir el año de la rata, símbolo de
inteligencia, astucia, y portadora de abundancia, especialmente para los
nacidos bajo este signo.
Paradójicamente, para el viejo mundo
y Occidente, su aspecto repudiado y visto como portador de gérmenes, suciedad, y
relacionado con la pobreza.
Mas en la ciudad de Wuhan algunos de
sus habitantes comenzaban a experimentar problemas respiratorios adjudicados de
momento a una fuerte neumonía, pasando desapercibida la nube negra que saldría
del mercado de alimentos exóticos a mitad de enero y despacio se deslizaría
sobre el planeta, y se convertiría de príncipe milenario, en el trasmisor de la
corona china. Sin rostro y silencioso, desconocido en parte porque con su
microscópica figura contagiaría su legado de terror hasta en su propio régimen,
llegando hasta cada rincón de nuestro planeta sin importarle un carajo ni condición
social, ni razas, ni fronteras, ni políticas. Pero con la potencial destrucción
de una bomba atómica, haría tambalear los cimientos de la tierra y egos
consagrados, hasta dominar al que ilusamente se creía el dueño de esta tierra.
Nos confino a los más privilegiados a
nuestros refugios y tuvo un poco de misericordia con los menos afortunados, que
recibieron un lugar de refugio temporal y un bocado de comida poniéndonos de
frente ante la posibilidad de la muerte. Hizo cerrar ciudades y fronteras, silencio
Metrópolis que no dormían e incomunico los 5 continentes para formar uno solo y
mostrarnos el valor de la empatía. Obligándonos también a frenar la carrera
desenfrenada en la que estábamos viviendo en nuestro diario vivir. ¡Los
noticieros mostraban los estragos, cientos de contagiados dejando números
inverosímiles! Colapso la bolsa en un histórico récord, dejándonos estupefactos
y meditabundos… También al saber que se reducía a cenizas la sabiduría de
nuestros ancestros. Las noticias bombardeaban nuestro cerebro sin darnos tiempo
a digerir la realidad... mientras los discípulos de Hipócrates corrían contra reloj,
tratando de usar sus conocimientos para mitigar la enfermedad que los dejaba
discapacitados, al no haber una cura, y con horror veía el mundo subir el
porcentaje de cadáveres en China y el viejo mundo. Brotes en todas partes hasta
convertirse en una pandemia. Lágrimas y corazones rotos tomando el último
recurso ordenado por sus superiores, sin la acalorada discusión y debate que
fuera hecho de primera plana en años anteriores. No quedaba de otra, que hacer
vigente la eutanasia pues los servicios sanitarios se habían colapsado. Nos
vimos despojados del derecho de despedir a nuestros familiares y amigos. Los viejos
se iban sin despedirse de la vida que se les había extendido gracias a los
logros de la medicina.
Y mientras los humanos sentíamos en carne
propia el viacrucis directamente causado por nuestra indolencia. Afuera el
mundo se renovaba, los pájaros volvieron a realizar sus conciertos al alba,
seguidos de las mariposas que se pasean por los jardines, en algunas ciudades
los animales se atrevieron a explorar los bastos entornos de concreto, donde en el pasado fuera su hábitat
y de donde fueron desalojados y destruidos sus hogares sin pensar en ellos, los
ríos se aclararon y se reprodujeron los peces en los mares, los delfines y
ballenas sintieron un poco de alivio en sus dietas de plástico y desechos tóxicos
proliferados por el hombre pensante, los bosques reverdecieron. Al menos por un
corto tiempo, la madre naturaleza podía limpiar sus pulmones y renovar un poco
su aire, ese preciado elemento que ahora el hombre tanto necesitaba a través de
una máquina para poder vivir. Todo lo
había cambiado en un santiamén la sabia naturaleza. La tierra sonreía y se
renovaba, mostrando que sus inquilinos humanos se irían y ella se quedaría.
2020 el año de los gemelos y también bisiesto.
2020=40, cuarentena, renovación, lecciones y concientización, 2020 el año que
marcaría un antes y un después en la humanidad, que los escritores y poetas
usarían de inspiración para dejar rodar la tinta sobre el papel, floreció la
poesía, la narrativa sobre los hechos y opiniones del legado para la historia,
que contaría la pandemia del nuevo milenio
Ya que el mundo tendría cambios muy
significativos. Y un porcentaje menos de su población.
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