La suerte ya
estaba echada… Adiós a la rutina, a vivir hasta el máximo la adrenalina, el infierno
de la guerra y lo desconocido de ella.
Houston, Frankfurt.
Desembarcamos y allí estaba ese roble cara dura de acento
ruso. Tenía un solo ojo y un parche
negro como pirata antiguo, seria nuestro guía y chofer. Sacamos de nuestro
equipaje casco y chaleco anti balas y luego de colocarlos sobre nuestros
cuerpos soñolientos y cansados, saltaríamos a uno de los carros escolta del “convoy”.
El convoy
surcó aquel pueblo y en la distancia se veían juegos pirotécnicos y el grito de
las metrallas, quebrando el silencio de aquel fantasmal pueblo en un rincón de Uzbekistán.
Cuántos kilómetros recorridos. No lo sabíamos, pues la noción del tiempo se había esfumado y
la aurora nos llevó a aquel mercado con dromedarios y camellos, cachivaches,
hombres en túnicas y bultos cubiertos por ropajes negros, que ni sus ojos se
podían ver, Burkas, supimos después
que se llamaban.
Debajo, frágiles y regordetes cuerpos utilizados para
procreación, pues el placer es denegado, entre otras mil cosas prohibidas para
aquellas hijas de Dios o Alá. No hechas a semejanza, para aquellos barbaros retrógrados,
estacionados en miles de años y atrasados en la civilización. Producto quizás
de su atraso, de la ambición capitalista
disimulada de izquierda.
Mirando tras el vidrio analizaba mi alrededor. Hasta que las maldiciones y gritos del chofer
me devolvieron a la realidad. Estábamos
siendo rodeados por aquella mara, que no nos miraba nada amigable. El pirata pedía instrucciones por el radio para
poder reencontrar el convoy, pues se
había desviado por instrucciones anteriores.
El grito llego y fue certero, “no te detengas, si
tienes que pasar por encima de la multitud, pasa rápido” y las ruedas chillaron
y el camino se abrió. A estampida nos alejamos de aquel sitio, que daría
nuestro primer susto, hasta llegar a aquel aeropuerto también fantasmal,
rodeado de tropa. Allí, en la mitad de
la pista esta un C17, de helices de
los más viejos y al verlo no pude más que exclamar “Mierda, ¿Y eso vuela?” A lo que mis compañeros
respondieron con una sonora carcajada.
Sería el que nos llevaría a Bagram, la base principal en Afganistán, el
país más pobre del mundo y la ironía de aquel país muy rico. Atrasado en los miles de años desbastado por
sus guerras he invasiones, producto de la ambición capitalista de la riqueza de
sus suelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario