La primera reunión de este año nos encontró muy
alegres y relajados. Todos llegamos deseándonos feliz año y regalando abrazos y uno o dos besos en las
mejillas. El ambiente, como es habitual, era de fiesta y celebración por la
satisfacción de saber que compartiremos una año más juntos. Cuando la campanita
inquisidora de Marta sonó todos nos preparamos para escuchar y degustar no solo
la comida que siempre compartimos, sino también la lectura de los textos más
originales y eclécticos de todo Houston. Porque la premisa de que tiene que ser
un escrito propio siempre nos augura sorpresas, como la de anoche donde
contamos con la participación de numerosos escritores. Tuvimos también la
enorme alegría de recibir de vuelta en nuestra primera tertulia del año a la
inigualable Macuca, quien trajo consigo visitas inesperadas. Sol, su sobrina,
nos cautivó con un poema propio que dedicó a su tía Macuca, el cual recitó con
ese acento tan peculiar y pegadizo de los originarios de la provincia de Salta
en la República Argentina.
Luego pasó al frente Roberto con su cuento “Einstein y
las empanadas”. Su historia en la que un humilde albañil y un doctor en física
de la Universidad de Buenos Aires se sumergen en diálogos filosóficos sobre el universo y la
existencia de Dios, nos sorprendió por lo elucubrado de la discusión y la
simpleza del desenlace en la que todos los amigos deciden seguir a su querido
amigo albañil, que aunque no muy docto, sabía exponer muy bien sus razones
sobre la existencia humana. Luego Lourdes se preparó con su tablet para
compartir con todos dos poemas de gran valor artístico, uno de los cuales nos
impresionó por su certera descripción del amor en los años plateados, su
título: “Cuando seamos viejos”.
Alfredo de México, pasó al frente con sus canciones,
que muy bien podrían describirse como poemas, y entre canto e imaginaria
música, nos deleitó especialmente con su escrito, “He visto a la tierra
llorar”.
Más Adelante David de México, pasó al frente con su
sencillez acostumbrada y con hojas ajadas escritas a lápiz y arrancadas al descuido
de su libreta, nos sedujo con un diálogo introspectivo donde las sombras
insisten con invadir su existencia pero su conciencia poderosa no lo permite.
Después Nancy Bonsembiante leyó su cuento, “Molinos de
viento” en el cual vislumbró la posibilidad de adentrarse en la piel de un
hombre para describir su desilusión frente al amor. Luego le llegó el turno a
Stella quien nos presentó el comienzo de una historia en un antiguo bar donde
personajes desalineados por el tiempo, la melancolía y el desencanto intentan
encontrar nocturnas y esporádicas compañías. Posteriormente, Elizabeth acalló
hasta los susurros rebeldes de los que se negaban a recomenzar la sesión de
lecturas, cuando en su primer verso lanzó la sugestiva frase: “Amanecí
desnuda”. Sin embargo descubrimos con el correr de los versos que su desnudez
no era por falta de ropa sino por escasez de credibilidad en una Latinoamérica
más justa.
Seguidamente, llegó Luis con su cuento “sin título”
que nos fascinó por desarrollar una historia de escritores novatos, reuniones
literarias y un desenlace inesperado donde el plagio oscurece la admiración por
el más talentoso de ellos.
Lucien Martins se distinguió con la lectura de uno de
los capítulos de su novela, “El gato sin cola y la leyenda de la maga
encantada”. Sorprendió a la audiencia por lo quimérico de sus personajes y la
creatividad en la descripción de ambientes fantásticos y míticos a la vez. Luego
llegó William de Venezuela con dos poemas sobre el paso del tiempo y la
imposibilidad de detenerlo. El “loco” de Colombia, como le gusta hacerse
llamar, causó la admiración del público al contar una historia en la que el
sonido de la letra “f” dominaba la narración y la agonía de un personaje que se
creyó capaz de vencer a la justicia.
Ya en la última ronda de lectura Whigman nos hizo reír y estremecer con las aventuras
de un hombre invisible tratando de comprender los sin razón de una Cuba sumida
en la más disparatada y demencial pobreza del período especial durante la
década de los noventa. También Marta participó esta vez, pero no con una
canción de su autoría, sino con un cuento en donde el tango, San Telmo, las
palomas y el humor se alinean para desatar la más honesta y chispeante de las
risas.
Luis Xalín asombró
con la lectura de su primer cuento en Cronopios, donde la tradición
mágico-religiosa de “la quema del diablo” se mezcla con la tragedia de una
Guatemala repleta de folklore lingüístico y costumbres indígenas. Casi al final
de la reunión una Pepa sin voz pero con representante para leer, la querida
Amira, nos deleitó nuevamente con un poema de su autoría. Y Gilo cerró la
última sesión de lecturas con un cuento sobre la experiencia de encontrarse ya
en el ataúd y sin salida, haciendo alusión a la antigua práctica mexicana de
atar un campanita al pie del difunto en caso de que resucite.